Pero el fútbol quiso dar una oportunidad a este chaval que, paradójicamente, se crió en la cantera del Real Madrid: “Llevaba bastante bien jugar en las categorías inferiores del Madrid, pese a ser del Atleti. Era un crío, jugaba en el Leganés y un grande como el Madrid se fija en ti… Pero luego el sueño se deshace cuando no quieren contar contigo. Se desprenden de mala manera de muchísimos jugadores”. Tras batirse en los campos de Segunda B llegó el Ourense, el paso previo al Málaga, y, en año y medio, el debut en Primera División, un 22 de agosto de 1999: “El Orense, en Segunda, apareció cuando pensaba que tendría que fichar por un Tercera. Y más tarde me fichó el Málaga. De no haberlo hecho, ahora estaría jugando en Tercera o con los amigos”.
De su época malaguista se lleva en el equipaje muchos buenos recuerdos y algo que le acompañará siempre, una camiseta del Cristo del Cautivo malagueño: “En cada partido, llevo siempre debajo una camiseta con la imagen del Cautivo. Comencé a ponérmela cuando estaba con el Málaga en Segunda B y, como me dio suerte, siempre la llevaré. Incluso soy Cofrade del Cautivo. Se mezcla todo, superstición y devoción”.
Y, tras dos años destacando en Primera como blanquiazul, es uno de los elegidos para sacar al Atlético del ‘infierno’: “Fue un proyecto muy bonito, liderado por Luis Aragonés. A todos nos ilusionaba estar con Luis. Me quedo con el día de mi debut. O con mi primer gol. Marco pocos goles, pero recuerdo uno que le hice al Recre a pase de Stankovic”.
PESADILLA
Sin embargo, tras ser una de las piezas claves del ascenso y completar un buen año en la vuelta a la élite, un entrenador, Gregorio Manzano, se cruza en el sueño rojiblanco de Movilla y lo convierte en pesadilla: “Cuando llega Manzano, lo primero que hace es pedir a Novo e Ibagaza. El Mallorca me quería como ‘change’, pero yo quería demostrar que mi sitio estaba en el Atleti. Fichan otros 3 mediocentros más, pero yo pensaba que iba a tener mi oportunidad”. Pero esa oportunidad nunca llegó: “Eso de que Manzano es psicólogo yo no lo vi en ningún momento, ni conmigo, ni con muchos de mis compañeros. Eso se ve en el trato diario. Hay muchas maneras de tratar a un jugador, aunque se niegue a salir del equipo. No me dejaba entrenar o entrenaba poco y me mandaba a la ducha. Eso me dolió, no lo iba a consentir como profesional y me plantee mi salida”.
Sin embargo, tras ser una de las piezas claves del ascenso y completar un buen año en la vuelta a la élite, un entrenador, Gregorio Manzano, se cruza en el sueño rojiblanco de Movilla y lo convierte en pesadilla: “Cuando llega Manzano, lo primero que hace es pedir a Novo e Ibagaza. El Mallorca me quería como ‘change’, pero yo quería demostrar que mi sitio estaba en el Atleti. Fichan otros 3 mediocentros más, pero yo pensaba que iba a tener mi oportunidad”. Pero esa oportunidad nunca llegó: “Eso de que Manzano es psicólogo yo no lo vi en ningún momento, ni conmigo, ni con muchos de mis compañeros. Eso se ve en el trato diario. Hay muchas maneras de tratar a un jugador, aunque se niegue a salir del equipo. No me dejaba entrenar o entrenaba poco y me mandaba a la ducha. Eso me dolió, no lo iba a consentir como profesional y me plantee mi salida”.
Entonces apareció Víctor Muñoz y el Real Zaragoza y Movilla recuerda su especial trato con el ex presidente Jesús Gil: “Me convenció el proyecto del Zaragoza y me arriesgué. Me valoraban más fuera que en casa. Pero tengo que agradecer muchísimo las muestras de cariño que siempre me dio Gil. Como la oportunidad no llegaba me dijo: “Demuestra fuera lo que vales””.
Y lo demostró. Ese mismo año, levanta la Copa del Rey ante el Real Madrid. Su primer recuerdo, para la afición atlética: “La afición me apoyó ese año cuando apenas había jugado 80 minutos en Liga. Eso es de elogiar. Por eso se lo quise agradecer de algún modo cuando les dediqué la Copa con el Zaragoza y ante el Madrid. Eso, para los que nos sentimos atléticos, tiene un valor especial”.
A sus 32 años y encarando la recta final de su carrera, Movilla tiene una importante espina clavada. Nunca haber vestido la camiseta de la selección española: “Se ha hablado muchos años de que pudiera ir a la selección. Precisamente el año pasado, Luis manifestó que estaba dudando entre Rivera o Movilla. Al final se me queda ese sabor agridulce de no haber sido internacional”.
El centrocampista madrileño respira rojiblanco por todos sus poros: “Algo tendrá este equipo cuando todos los jugadores que pasan por aquí, ya sean extranjeros o estén sólo un año, se quedan maravillados con la afición, con el entorno…”. Y manda un mensaje que quiero usar como epílogo de la entrevista: “Ojalá algún año, la grandeza de esta afición se refrende dentro del campo”.
Y así termina la historia, por ahora, de un chico que soñaba con ser jugador del Atlético de Madrid, mientras compaginaba sus primeras patadas con un trabajo de basurero, y que cumplió su sueño. Una historia que bien podría valer para un guión cinematográfico, pero que es una historia real de un futbolista de corazón rojiblanco: José María Movilla.