Este 22 de
abril, el Real Madrid eliminó con justicia al Atlético de Madrid de la
Champions. Transcurridas más de 24 horas y digerida la dolorosa derrota,
revisadas las jugadas principales, y soportadas las mil y una mofas de los
madridistas (que obviamente nos tenían muchas ganas) es honesto y coherente
decir que perdimos con justicia.
No hubo el
juego fluido, la presión asfixiante arriba y el ímpetu incontenible del día del
4-0; ni las contras fulminantes y sencillamente perfectas del 2-2 en Copa; ni
jugadas trenzadas de la belleza del 1-2 en Liga.
Nada de eso.
Hubo garra, intensidad, competitividad (eso en el Atleti del Cholo ya jamás
faltará), pero carecimos de acierto en las entregas, de chispa, y el equipo se
echó demasiado atrás.
ENCERRADOS
Este 22 de
abril se jugó en el Bernabéu como visitantes, donde se puede admitir retrasar
más las líneas, pero la foto que les adjunto debajo la hice hace una semana en
el Vicente Calderón y refleja cómo Mandzukic y Griezmann, los dos delanteros,
trabajan encerrados junto al resto del bloque a escasísimos metros de la
frontal del área. Me gustaría decirles que el Real Madrid acababa de sacar un
córner o una falta ofensiva. Pero no. Era un ataque estático de los blancos. Y
ésa fue también la tónica general del partido de este 22 de abril.
Pero este 22
de abril, sobre todas las cosas, era mi cumpleaños. Ése fue uno de los motivos
por los que, por segunda vez en toda mi vida, decidí comprar una entrada para
asistir en directo al derbi del Bernabéu. Y no me pregunten por qué, pero entre
que era mi aniversario y el hecho de que la única vez que había visto al Atleti
in situ en Chamartín fue en la final de Copa del Rey de 2013 (victoria en un
derbi casi catorce años después) estaba convencido de que íbamos a pasar. Es
irracional, lo sé, pero así me sentía.
LA PREVIA Y LOS CONTROLES
En la
previa, mi amigo Santi Riesco tuvo el detalle de invitarse a una botella de
Chivas para conmemorar tan señalada fecha. E hicimos el brindis de la victoria,
convencidos de que esta vez nada podía fallar. En este viaje nos acompañó
también su amigo Alberto, gran atlético tan seguro como yo del triunfo en
los prolegómenos.
Acompañamos al
grupo de hinchas rojiblancos escoltados por la Policía desde una distancia
prudencial, ante el asombro de los vecinos de la zona por el colorido, los
cánticos, y por semejante dispositivo de agentes.
Un
dispositivo exagerado en la entrada al estadio. Si no pasamos por seis
controles en los que si no te cacheaban, te pedían el DNI, la entrada, te
miraban la bufanda o te preguntaban de qué era el bocata… no pasamos por ninguno.
Una vez ya
dentro del Bernabéu, ya en la grada, mi asombro no cesaba cuando uno de los
Steward de la UEFA volvió a pedirme el DNI. “Pero si ya he pasado tantos controles
que hasta me habéis hecho el antidoping”, le dije con ironía.
EL SUFRIMIENTO EN EL CAMPO
Y comenzado
el partido, empezó el sufrimiento. El meritorio Chicharito se mostró súper
participativo desde los primeros compases, y ya amenazó en los primeros minutos
con un disparo al lateral de la red y con un cabezazo buscando la escuadra.
El Atleti apenas
pasaba de medio campo y su ocasión más peligrosa fue un disparo desde fuera del
área que blocó Casillas realizado por ¡Jesús Gámez!
Incapaces de
hilvanar más de tres o cuatro pases, Saúl se mostró especialmente nervioso e
impreciso, y una pérdida suya cerca de nuestro área provocó un disparo de
Cristiano Ronaldo buscando el palo corto que salvó Oblak con una gran parada.
Entre la
afición colchonera el descanso llegó como un bálsamo, aunque el optimismo se
mantenía intacto, ya que el Real Madrid tampoco estaba provocando un agobio excesivo.
Pero las
ocasiones blancas siguieron llegando. Un genial pase interior de Isco terminó
con un disparo cruzado de Chicharito que lamió el palo y que yo, sinceramente,
vi dentro.
Lo mismo me
ocurrió más tarde con otro tiro del mexicano, tras ganar la posición a Miranda, que
volvió a desviar Oblak por centímetros.
LA EXPULSIÓN DE ARDA
Para esta
segunda ocasión el Atleti ya estaba con diez. Arda Turan, que ya tenía una
tarjeta por una falta clara a Kroos, llegó tarde y con la planta muy levantada
a un balón dividido con Sergio Ramos. Segunda amarilla y expulsión. “¡Así, así,
así gana el Madrid!”, gritó la afición atlética. Pero la roja fue justa. Como dijo
el propio Ramos, “cuando tienes una amarilla hay que echar el freno”.
Una roja que
fue como una condena de muerte. Con nuestro jugador más capaz para aguantar la
pelota y crear expulsado, con Griezmann sustituido hacía diez minutos, con
Torres en el banquillo, y con Mandzukic como único argumento ofensivo (su mejor
jugada en todo el partido fue un balón que aguantó en la banda en medio campo
yéndose de dos...) sólo faltaba por ver cuánto tardaría en marcar el Madrid.
Y mejor que
fuera en el 87, porque una prórroga habría sido muy larga y, quizá, demasiado
dolorosa.
Simeone dio
entrada a Giménez por Tiago en el 85 y fue precisamente el uruguayo quien no
tapó el disparo de Chicharito tras una gran internada de Cristiano (1-0).
Entonces el
Bernabéu, cuyo mayor nivel de sonoridad lo había alcanzado con la megafonía que animó
la salida de los jugadores al campo, estalló.
UN FINAL DURO DE SOPORTAR
Fue duro
soportar dentro del estadio los constantes cortes de manga de la afición de alrededor,
los recordatorios con los diez dedos extendidos de las Champions que atesoran,
y los insultos. Supongo que del lado contrario es exactamente igual. Y especialmente
triste fue ver una tangana importante entre un par de grupos de seguidores de ambos
bandos en el Metro.
La vida
sigue y, al fin y al cabo, esto es sólo fútbol. Nuestra Champions sigue
esperando en un lugar en el tiempo no muy lejano. Mientras tanto, ver los
gestos de rabia y las celebraciones eufóricas de los jugadores blancos, que
saltaron una segunda vez al campo para celebrar el pase con los suyos, indican
que hace tiempo que hemos dejado de ser un rival más para ellos. Y eso ya es
algo. Como siempre fue, por cierto. Como siempre debió ser.