Goles: Griezmann.
¡Qué difícil es decir adiós a aquello a lo que se quiere de verdad! Cuánto cuesta, por mucho que intentemos prepararnos para la despedida, renunciar a algo por lo que se lleva ocho meses luchando. Por más que el objetivo se tornara difuso y lejano, siempre duele resignarse a que definitivamente hay que despedirse.
El sábado el
Atlético de Madrid dijo adiós a la Liga de forma rotunda, después de caer en el
campo del penúltimo, ante el peor local de todo el campeonato, realizando un
partido romo en el que el cansancio no le dejó pensar, especialmente en el tramo
final.
El equipo
presentaba cinco variantes respecto al que se desfondó ante el PSV (Gámez,
Lucas, Correa, Kranevitter y Vietto), pero sólo fue capaz de aguantar el tipo
en el primer acto. En él, una genialidad de Griezmann al filo de la media hora
marcó la diferencia.
Falta en la
frontal del área. Le comento a mi padre: "No metemos una falta al arco
iris. En los últimos años sólo ha metido una Griezmann y fue de rebote (contra
Las Palmas)".
En ésas, el
francés toma carrera, y toque magistral a la misma escuadra izquierda de
Cuellar (0-1). ¡Golazo! Suele pasar...
ME
DESPERTARON DE LA SIESTA...
Sin embargo,
en el segundo tiempo el Atleti se fue diluyendo de la que es su verdadera
esencia y fue perdiendo enteros. Correa en la banda es un fantasma del súper
clase que en realidad es; Vietto lo intenta sin descanso, pero son pocas las
veces en las que le sale; y Kranevitter no termina de acoplarse y desde luego
no tuvo su tarde.
Los minutos
fueron avanzando y, aunque el Sporting dominaba, no terminaba de crear
verdadero peligro. Mientras, yo intentaba mantener los ojos abiertos en la
sobremesa del día del padre ante tan soporífero espectáculo. Y me desperté en
la recta final... a base de golpes.
En el 77, un
centro chut de Sanabria en una falta terminó en el poste izquierdo de Oblak; y
sólo dos minutos después, la bola acabó en la red. En un nuevo golpe franco en
la frontal, la barrera fue un auténtico esperpento que se abrió por todas
partes, y el disparo centrado de Sanabria se coló entre Filipe y Kranevitter,
que envenenó la bola con su empeine izquierdo y descolocó a Oblak (1-1).
EL CANSANCIO
NO LE PERMITIÓ LUCHAR MÁS
Quedaban
sólo diez minutos, y el Atleti debía enmendar un desastre que se había venido
fraguando ante su dejadez en la última hora de juego. Y no pudo hacerlo. El
cansancio ya era tanto, el desgaste físico y mental de la lucha de las últimas
semanas tan brutal, que le hicieron caer desplomado a la lona ante el golpe del Sporting. Hasta el
punto de que terminó por perderlo todo.
Apenas unos
minutos más tarde, esta fatiga hizo que Giménez se rompiera definitivamente
(tiene para tres semanas) en una carrera con Sanabria, que la aprovechó para
dar el pase de la muerte a Carlos Castro y éste, a puerta vacía, la mandó al
larguero. "Igual lamentan estos dos puntos a final de temporada para
salvarse", comentó mi padre. Pero no serán estos dos puntos los que echen
de menos.
Sólo dos minutos
después, ante un Atleti totalmente roto y descentrado, un pase interior de Isma
López rompió la espalda de Gámez, y Jony volvió a poner un pase de la muerte para
que Carlos Castro, esta vez sí, apuntillara el 2-1 definitivo.
EN LA PRIMERA VUELTA NOS SALVÓ UN "SALTO DE FE"
En este
mismo partido, en la primera vuelta, titulé mi crónica como "Salto de fe".
En el último suspiro, Godín, que se había echado el equipo a la espalda en la
recta final para desatascar un 0-0 que parecía inamovible, ganó un balón
colgado al área de urgencia en un salto de fe y la prolongó para que Griezmann
pusiera el 1-0. Por entonces el Atleti tampoco jugaba bien, pero todavía
quedaban muchas fechas por delante, el equipo no tenía apenas errores en su
mochila, la ilusión estaba intacta, y su
espíritu de lucha le permitió estar enganchado al sueño de la Liga durante
muchos meses.
YA SE DIJO ADIÓS MUCHAS VECES ANTES
Ahora, que
parece que ya todo definitivamente se ha acabado, sigue costando decir adiós. Y
pese a que en realidad ya se dijo adiós muchas veces y mucho antes, el 24 de
enero (tras empatar con el Sevilla); el 30 de enero (tras perder en el Camp
Nou); o el 21 de febrero (tras un nuevo empate en casa, con el Villarreal); uno
sigue sintiendo que, si se pudiera borrar este último traspié en El Molinón,
aún no estaría todo perdido. Y que, tras el empate del Barça en El Madrigal, la
Liga aún nos habría brindado una última y cautivadora sonrisa.
TODAVÍA HAY
POR QUÉ LUCHAR
Pese a todo,
este Atleti, noble y orgulloso, todavía tiene muchas metas por las que luchar.
La Liga está perdida, sí. Nos han castigado de forma demasiado severa por
nuestros últimos errores. Pero la Champions está ahí. A otros, siempre
favorecidos, el camino una vez más se les presenta más llano. Pero un atlético
nunca se rinde, pese a la adversidad. "Eres el ser más terco que
conozco", me dijeron una vez. Y sé que en este vestuario hay muchos tercos
(pertinaz, obstinado, irreductible) que no van a bajar los brazos. Y es que ya
lo saben, lo imposible sólo tarda un poco más.