FINAL DE CHAMPIONS- REAL MADRID 1-1 ATLÉTICO DE MADRID
Goles: Carrasco.
Penaltis: 5-3
En la vida
siempre hay que elegir. Cada día, a veces cada hora, hay decisiones que marcan
nuestro devenir y definen el tipo de persona que somos. Puedes decidir si eres
más de rock o de música clásica; si quieres seguir estudiando o ponerte pronto
a trabajar; si apuestas por lo público o por lo privado; si prefieres un
Mercedes o conducir un Ibiza; si necesitas un hotel de súper lujo o disfrutas
más de una acampada en medio de la naturaleza; si te gusta la comida
minimalista en un restaurante tres estrellas Michelín o si disfrutas más una
buena tortilla de patatas; si eres del Madrid o del Atleti...
TUS VALORES NOS HACEN CREER
TUS VALORES NOS HACEN CREER
"Tus
valores nos hacen creer" era el nuevo lema que defendía la grada
rojiblanca en San Siro. Enfrente, un imaginativo y nunca antes visto
"Hasta el final, vamos Real".
Me contaba
Diego Godín en su biografía que se había convertido en un hincha más del
Atlético de Madrid porque "los valores del Atleti son mis valores: la
lucha, la entrega, el espíritu de superación, el ganar las cosas a
pulmón...".
Y esos
valores son los que a todos nos hicieron creer que esta Champions era la
nuestra.
En mi caso,
soy de Getafe de toda la vida y trabajo en el Ayuntamiento de Parla, uno de los
municipios más endeudados de España, pero que lucha cada día con honradez y
sacrificio para salir de esa situación y volver a repuntar. Como dice mi
alcalde, "gobernar en Pozuelo, donde sobra el dinero, sería muy
fácil"...
Procedo de
una familia humilde, en la que nunca nos han regalado nada. Me pagué mis
estudios universitarios con un trabajo en el McDonalds y mis primeros
trabajillos me sirvieron para costearme el carnet de conducir. Casi todo lo que
he logrado en esta vida ha sido a base de esfuerzo y determinación y pocas
veces las cosas me resultaron fáciles y la fortuna me sonrió a la primera.
UN VIAJE DE 15 HORAS EN FURGONETA "POR EL ATLETI"
Por eso,
cuando el Atlético de Madrid llegó a esta Final de la Copa de Europa consideré
que era la mejor idea del mundo hacer el viaje en furgoneta en vez de en avión.
En esta ocasión sí tenía dinero para haberme permitido ese vuelo (570 euros a
través de la Agrupación de Peñas..), pero me pareció obscena la idea de
gastarme esa cantidad en un viaje que por otros medios me podía salir por poco
más de 100 euros.
Creo que ese
trayecto en furgoneta, ese sacrificio, esa lucha, esa humildad, iban más con el
modo con el que mi equipo había llegado a esa Final de la Champions y con la
forma en la que quería que levantara, por fin, esa primera Copa de Europa. En
cierto modo, ese viaje de 15 horas de ida y 15 horas de vuelta (sin contar
paradas) era mi "penitencia" con la que ganarme ese trofeo.
Y los otros
coches, caravanas o furgonetas con los que nos cruzamos en ese largo trayecto me
reafirmaban en que el camino era el correcto: el 90% eran del Atleti, ataviados
con sus camisetas, sus banderas o sus bufandas rojiblancas ondeando al viento.
PERO EL 75%
DE LA GRADA ERA DEL MADRID
Pocos
madridistas eligieron ese modelo de viaje. Sin embargo, a mi llegada a San Siro
pude comprobar con perplejidad cómo el porcentaje cambiaba de forma ostensible:
el 75% de los ocupantes de la grada iban vestidos de blanco. Dejando a un lado
nuestro fondo, todo lo que abarcaban mis ojos estaba teñido de blanco en unas
gradas que, para más inri, tenían mucha similitud con el Bernabéu.
Pese al
enfado inicial, no lo vi como algo especialmente negativo, ya que, al fin y al
cabo, al Atleti se le da bien ganar finales en el Bernabéu. Así que me
pertreché del optimismo que había defendido en las semanas previas a la gran
cita y me apresuré a decirle a un niño de diez años una fila delante de mí que
la de esa noche sería su primera Champions. "¡La mía también!", me
replicó su padre. "Ya bueno, pero tú ya eres muy mayor. Deja que felicite
al niño", le respondí divertido.
UN NUEVO
GOLPE, MUY PRONTO
Por
desgracia, las bromas, y el optimismo, duraron poco. Al cuarto de hora, una
falta lateral de Kroos era peinada por Bale, y Sergio Ramos (en ligero fuera de
juego) gana la partida a Savic y marca casi sobre la línea de gol. Que el tanto
con las reglas del juego en la mano debió ser anulado, es algo indiscutible.
Pero no lloraré una Champions perdida por una decisión arbitral que cuanto menos
era complicada. Hay otros muchos motivos para llorar.
El gol
parecía sumarse al marcado por el propio Ramos en el 93... y a la derrota en
Lisboa... y a la Copa de Europa perdida en el 74... Y las lagrimas, de hecho,
aparecieron en algunos en la grada. Una grada, al menos en mi sector, que
durante muchos minutos enmudeció. "¡Vamos coño, que esto parece un
funeral!", gritó puesto en pie mi compañero Peris, con el que tuve el
honor de presenciar la Final. Sus palabras me hicieron darme cuenta de que ya
habría tiempo para llorar, si tocaba. Que entonces era uno de los escasos
20.000 afortunados colchoneros que podrían presenciar esa cita en directo, y
debía dejarme la garganta alentando a mi equipo, por mucho que mi corazón
estuviera encogido.
EL DESCANSO
Y EL PENALTI ME HICIERON VOLVER A CREER
Así que
cuando llegó el descanso me fui a los baños de San Siro, me lavé la cara, me
mojé el pelo, y me decidí a darlo todo los siguientes 45 minutos.
Y según
volví a mi asiento, al minuto de juego, penalti a favor del Atleti. Pepe
arrolla a Torres y el árbitro pita. "¡Nunca dejes de creer, joder, nunca
dejes de creer!", me dije entonces. Pero volví a derrumbarme. Griezmann,
habitualmente bastante fiable desde los once metros, pegó un zapatazo al
larguero en vez de lanzar con más sangre fría. Seguíamos por debajo...
CARRASCO
DESNIVELÓ LA CONTIENDA
La entrada
de Carrasco en el segundo acto, unida a la lesión de Carvajal (entró Danilo),
desniveló la balanza de nuestro lado. El belga hacía daño y en una colada suya
a punto estuvo de marcar Saúl. Pero los minutos pasaban, el Atleti dejaba más
huecos atrás, y en una contra mortal Oblak salvó un mano a mano a Benzema con
metros para pensar (y para sufrir para la afición colchonera).
Y en el 78
se produjo el "milagro". Gran pase picado de Gabi (ENORME el partido
del capitán), asistencia de Juanfran y Carrasco se anticipa a Danilo y fusila a
Keylor a bocajarro (1-1).
Y entonces
exploto con la alegría y la rabia incontenibles de algo que parecía perdido. Me
abrazo a mi amigo Chechu casi con desesperación, ambos puestos en pie junto a
la valla que marca la "visibilidad reducida" del sector 206 del fondo
norte de San Siro. Había Final. Había justicia. Podíamos seguir soñando.
PAPELES CAMBIADOS RESPECTO A LISBOA
PAPELES CAMBIADOS RESPECTO A LISBOA
Entonces el
escenario era otro. Los papeles se habían cambiado respecto a Lisboa. El Atleti
era ahora el que resurgía más fuerte. La inercia de levantarse estando por
debajo le insuflaba más ánimo. Tenía más la pelota, su medio campo mandaba y se
jugaba más cerca de la portería del Madrid. Pero el gol no llegó. Y en el minuto
92:24 (no el 92:48) Sergio Ramos volvió a ganar la Final para su equipo.
Después de que Carrasco se marchara en un eslalon de Modric y Casemiro, y
galopaba en una carrera que era un dos para uno de él y Griezmann contra
Danilo, Ramos le caza por detrás, sin apenas opción de tocar el balón, y corta
un contragolpe que podría haber acabado en gol. El árbitro lo resuelve con
amarilla, y con esta acción se llega a la prórroga...
EN LA PRÓRROGA PUDO EL MIEDO A PERDER
El tiempo
suplementario fue similar, sobre todo los primeros quince minutos. Con un
Atleti más entero, más fresco, más volcado, sustentados en un Carrasco que
ganaba cada acción por su banda. Pero en la segunda mitad de la prórroga, los
rojiblancos no supieron o no quisieron ir a por el partido. El miedo a perder
pudo más que el ansia de ganar, y el resultado ya no se movió.
Y YO, REZANDO
Y yo me pasé
toda la prórroga y todos los penaltis rezando. Pidiéndole a Dios que por favor,
esta vez sí, nos hiciera campeones de Europa. Le hice todo tipo de promesas a
cambio. Dejar de beber, ser mejor persona, dejar de llegar tarde a los sitios, ayudar
más en casa, cuidar más de mi familia...
MIL RAZONES POR LAS QUE LA MERECÍA EL ATLETI...
Y le di mil
razones por las que el Atleti merecía más esa Copa que el Real Madrid. Porque
ellos tienen diez y no saben valorar lo que vale ese trofeo; porque según
ganaron la décima ya estaban hablando de la undécima, ya que no saben disfrutar
de sus triunfos; porque conozco madridistas que no ven los partidos de la
liguilla de la Champions de su equipo "porque no tiene interés",
incluso no presenciaron la ida de los cuartos "porque es el
Wolfsburgo", cuando nosotros dejamos incluso de comer para ver el partido
contra el Astana (a las cuatro de la tarde); porque cuando ganan dicen aquello
de que "la Champions es nuestra competición" o "va en nuestro
ADN", pero cuando pierden es porque "han tirado" tal o cual
partido; porque nosotros habíamos eliminado a los dos últimos campeones de
Europa (Barça y Bayern), mientras ellos se habían cargado a dos equipos que jamás
han jugado ni una Final (Wolfsburgo y Manchester City); porque nunca antes,
jamás, ningún equipo había perdido sus tres primeras finales de Copa de Europa
(las tres en la prórroga...), mientras ellos ya habían vencido en diez de sus
trece finales; porque el madridista medio presume de haber visto cinco Copas de
Europa "con sus ojitos", cuando tanto en la final de Lisboa como en
la de Milán estaban sentados en el sofá de su casa y hay temporadas enteras en
las que lo más cerca que están del Bernabéu es tomando un cubata en Avenida de
Brasil; porque cada año tienen a su favor un presupuesto que casi quintuplica
el nuestro, el apoyo de todos los medios y el favor de las instituciones...;
porque mientras nosotros tenemos el valor de situarnos entre la minoría (en mi
colegio éramos dos de 24 del Atleti... en mi equipo de fútbol sala somos dos
contra ocho...), ellos celebran sus victorias y se ríen las gracias mutuamente
arropados en el calor de la mayoría; porque donde ellos son lo mismo, son lo
común, son "del que gana", nosotros somos lo diferente... y hay que
tener mucho valor para atreverse a ser diferente...
PERO DIOS NO ME ESCUCHÓ
Pero no me
escuchó. Dios no me escuchó. Juanfran estrelló en la madera el penalti
decisivo. Una persona abnegada, trabajadora, que se ha hecho así misma. Uno de
esos hombres que pocas veces luce, pero que se sacrifica por el beneficio del
grupo. Un extremo talentoso que renunció a las florituras individuales en
ataque para triunfar en su carrera con la lucha por tapar su defensa en pos del
éxito colectivo. Alguien que cambió la presunción de superioridad de lo blanco
por la nobleza y el espíritu de sacrificio de lo rojiblanco.
Y entonces
vino Cristiano... El mismo hombre que hace dos años, con todo decidido, se
quitó la camiseta para mostrar a Europa su cerebro, pero ni celebró el decisivo
1-1 de Ramos. Una persona que días antes había manifestado que le había
"jodido" perder la Bota de Oro, pero en cambio no le había molestado
perder la Liga y la Copa "porque iban a ganar la Champions"... Alguien que tras la victoria del sábado dijo
"ya le había dicho a Zidane que marcaría el gol del triunfo", cuando
su único mérito fue tirar el último penalti...
Un hombre
que necesita llenar de trofeos sus estanterías para paliar su enorme vacío
interior... ese hombre, que tiene su propia colonia y su marca de calzoncillos,
una multinacional en cuerpo de Madelman, sí anotó la pena máxima final... y
digo bien, pena máxima, porque jamás un lanzamiento desde los once metros
provocó al mundo más pena que ése...
Y LLORÉ MI
DESVENTURA
Entonces me
levanté, como un resorte, y me marché de la grada, donde había visto en
cuclillas la
tanda de penaltis. Y en los pasillos exteriores de San Siro, mirando al cielo de Milán, me refugié en una columna para llorar amargamente mi desventura. Y maldije a Dios por querernos tan mal, por ser tan injusto, por darnos tan poco tras haber luchado tanto, por repartir de modo tan injusto alegrías y tristezas sin tener en cuenta el esfuerzo, el mérito y la perseverancia de cada uno. Le maldije por estar lanzando al mundo un mensaje tan, tan poco ético: que al final siempre ganan los mismos, que no importa lo que te esfuerces, que el creer y el trabajar no es suficiente, que con la humildad, el sacrificio y la nobleza no se llega más lejos que con la prepotencia, el poder, el favor de las altas instancias y el dinero; que el camino más fácil al final es siempre el más directo a la meta, y que no vale la pena recorrer penurias, heroicidades y luchas hasta la extenuación, para que en el momento decisivo se acabe muriendo en la orilla.
tanda de penaltis. Y en los pasillos exteriores de San Siro, mirando al cielo de Milán, me refugié en una columna para llorar amargamente mi desventura. Y maldije a Dios por querernos tan mal, por ser tan injusto, por darnos tan poco tras haber luchado tanto, por repartir de modo tan injusto alegrías y tristezas sin tener en cuenta el esfuerzo, el mérito y la perseverancia de cada uno. Le maldije por estar lanzando al mundo un mensaje tan, tan poco ético: que al final siempre ganan los mismos, que no importa lo que te esfuerces, que el creer y el trabajar no es suficiente, que con la humildad, el sacrificio y la nobleza no se llega más lejos que con la prepotencia, el poder, el favor de las altas instancias y el dinero; que el camino más fácil al final es siempre el más directo a la meta, y que no vale la pena recorrer penurias, heroicidades y luchas hasta la extenuación, para que en el momento decisivo se acabe muriendo en la orilla.
OTRA VEZ LA MISMA PELÍCULA
Hace dos
años escribí que el final de Lisboa fue la típica americanada con once
héroes conquistando el mundo y Florentino Pérez y José María Aznar
abrazándose en la grada, una película que ya habíamos visto diez veces
(ahora once); y por el otro, el clásico dramón en el que el perdedor
carismático, el atractivo desdichado, el ganador moral, muere entre la
lagrimada general, bajo la promesa de una revancha futura que se
apunta en el debe del destino.
Entonces, ya
dije que esa película, aunque yo no la vi, la echaron hace 40 años y a mí ya
me la habían contado. Y pedí que me devolvieran el dinero, porque no sabía
si tendría fuerzas, ni ánimo, ni tiempo... para ver la trilogía...
La trilogía
tardó sólo dos años en llegar. Y volvimos a ir todos. No faltamos ni uno.
Henchidos del "si se cree y se trabaja, se puede", confiados en el
"nunca dejes de creer". Pero el final ha vuelto a ser el mismo. Y si
entonces dije que era posible que pronto volviéramos a vernos en otra igual,
ahora, lo lamento muchísimo, no lo siento igual.
TIEMPO Y ORGULLO
El tiempo
cicatrizará las heridas, pero no las cerrará. Cuatro días después, al menos he
tenido el ánimo de publicar este post que llevo escribiendo desde el martes (antes
no tuve fuerzas para ponerme al teclado) sin ser capaz de acabarlo.
Es muy duro
volver a la casilla de salida después de tanto esfuerzo. Pero si hay algo de lo
que sí sentirse orgullosos es de que el modelo, nuestros valores, están
intactos. Y son los acertados. Sustentados en ellos, se puede volver a empezar.
Hay otros, en cambio, que son tan pobres que sólo tienen copas.