“Tanto
dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el
aliento.
Un manotazo duro, un golpe
helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay
extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida”.
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida”.
Lo que acaban de leer es un
fragmento de la “Elegía a Ramón Sijé”, del gran Miguel
Hernández, que escribió en 1936 tras la muerte de su compañero y
amigo.
Les aseguro que fue lo que
sentí en el minuto 93 de la Final de Champions cuando Sergio Ramos
nos asestó ese manotazo duro, ese golpe helado, ese hachazo homicida
que nos volvía a dejar sin Copa de Europa, 40 años después,
exactamente igual que entonces. Con un empujón brutal que nos
arrebataba el trofeo de las manos cuando ya lo estábamos tocando. No
se me ocurre muerte más cruel, y fue parte de este poema lo que se
me vino a la cabeza cuando aún lamentaba la derrota sin dar crédito
a lo sucedido.
UNA CRÓNICA DOLOROSA
Vaya por delante, aunque ya
seguro que se habrán percatado, que no va a ser ésta una crónica
optimista ni animosa, que ensalce la histórica temporada
protagonizada por el Atlético de Madrid y les emplace a consolarse
con que pronto nos veremos en otra parecida. Lo primero es cierto y
lo segundo posible, pero no hablaré de aquello ahora.
Lo que van a leer aquí es
una crónica escrita por el corazón, desde la ilusión de los
momentos previos, tras ocho horas de autobús hasta Lisboa y todo un
día de paseos por la capital portuguesa, la praça do Comércio, el río Tajo, su añejo tranvía o el elevador de Santa Justa; pasando por la emoción del
partido, la felicidad infinita de vernos campeones de Champions por
primera vez en nuestra historia, y hasta acabar cayendo al abismo más
insondable.
Les va a doler, como a mí
me dolió, y no será una de mis crónicas al uso, contando al
detalle cada lance del encuentro (algo que suelo repasar antes de
ponerme a escribir), porque éste no fue un partido al uso, ni por su
entidad ni por su desenlace. Será una crónica desde las entrañas,
desde los sentimientos a flor de piel que experimenté en la fila L
(12) del sector 21 del estadio Da Luz, a apenas unos metros de Gabi
cuando la ponía de corner... de Juanfran cuando sacaba de banda... o
de Adrián cuando calentaba, aparte con Óscar Pitillas, pero al
ritmo de los titulares, antes de que diese comienzo el choque...
COMPAÑEROS DE AVENTURA
Mis compañeros de aventura
fueron Santi Riesco, con el que hubo brindis de la victoria (como en
las Finales de Bucarest y del Bernabéu), pero no hubo título...
(Quizá por no colgarlo en la previa en Facebook... a uno se le pasan
por la cabeza tantas cosas que quizá debió hacer y no hizo...); y
Rubén, un chico al que conocí compartiendo avión en la Final de Hamburgo (viajé solo) y desde entonces se ha convertido en mi amigo,
hasta el punto de haberle “elegido” como compañero de viaje para
esta Final. “¿Quién nos iba a decir cuando nos
conocimos en ese avión, que cuatro años después íbamos a ir juntos
a ver al Atleti en una Final de Champions?”, me preguntaba en el
viaje de ida.
ENCUENTROS POSITIVOS
ENCUENTROS POSITIVOS
Entre las cosas que debía
hacer estaba Sergio Medina, con el que quedé en Hamburgo y al que vi
por casualidad antes de la Final del Bernabéu. En ambos ganamos, y
había que repetir. La falta de cobertura en Lisboa hizo imposible
nuestro encuentro en la fan zone, pero una vez dentro del estadio,
nos encontramos dentro... compartíamos el mismo sector. “¡Ya
ganamos fijo!”, le gritaba mientras nos abrazábamos...
También me encontré a Javi
Checa, sentado sólo unas filas más atrás. Ex compañero en la SER
y uno de los ideólogos de mi regalo de despedida cuando salí de
allí: una camiseta del Atleti que desde entonces (2009) ha vivido
conmigo infinidad de títulos.
Todo parecían buenos
presagios. Hasta el estadio era rojiblanco... y el partido comenzó.
NO HUBO INICIO ARROLLADOR
La primera mala noticia
llegó pronto. A los nueve minutos Diego Costa debe retirarse del
campo y el calentamiento de Adrián, antesala de la noticia, confirma
lo que todos ya parecían saber de antemano. Esta vez no hizo falta
ni un sprint para romperse. No entenderé esta decisión que nos
privó de un cambio en un partido de 120 minutos...
La buena noticia era que,
lejos de la opinión de Santi y Rubén, que presagiaban un inicio
arrollador del Madrid, el partido transcurría sin sobresaltos en las
áreas. Yo ya les había avisado de que no esperaba un Madrid muy
arriba, ya que en una Final de esta enjundia se calculan los riesgos,
y más en los primeros compases.
La primera ocasión no llegó
hasta la media hora, propiciada por un grave error en la entrega de
Tiago (lo siento por el portugués, que me parece un grande, pero fue
de los que más flojeó en esta gran cita) y Bale se coló hasta la
cocina, pero disparó fuera. “¡Ganamos, ganamos!”, gritó Santi,
envalentonado por el fallo del galés.
¡EL GOL DE GODÍN!
Y debió escucharle Diego
Godín, porque sólo tres minutos después, el Atlético de Madrid se
adelantó en el marcador. En un corner botado por Gabi, la defensa
blanca despejó el balón, Juanfran lo volvió a poner en el área, y
Godín se adelantó a todos, aprovechando una salida en falso de
Casillas, para poner el 0-1. La jugada fue confusa, y más desde
nuestra portería (el fútbol en primera línea, si estás cerca de
los fondos, no se puede ver), pero cuando vi al árbitro señalar el
medio campo exploté de alegría. Santi, Rubén y yo nos abrazamos
con gran fuerza. Choqué las manos con dos niñas sentadas detrás de
nosotros, de unos 16 y 12 años, y mientras Santi recordaba que
quedaba mucho, pude ver los ojos empañados de Rubén. Lo que
estábamos haciendo era muy muy grande...
"Si
Pantic se mereció un busto, Godín merece una estatua entera", exclamaba.
“Ponedle su nombre al estadio”, iba Santi más allá. Y llegó el descanso.
BUEN INICIO DEL SEGUNDO TIEMPO
En el comienzo de la segunda
parte el Atleti tenía la situación controlada. Comandados por un
Gabi mayestático, al que me hinché a gritar, convencido de que
podía escucharme, lo grande que era y cómo parecía que llevara
toda la vida jugando finales de Champions.
Organizó al equipo con
templanza, sabiendo poner calma a los momentos complicados. Hizo
coberturas por derecha e izquierda. Apareció en ayudas lo mismo
robando la bola a Di María que a Bale. E incluso se permitió el
lujo de alguna internada por banda que terminó en peligrosos
centros.
Hasta cinco corners casi
consecutivos sacó el Atleti entre el minuto 60 y el 65, acabando el
más peligroso de todos ellos en una volea de Adrián (tras ganar el
enésimo balón aéreo Godín) que Khedira desvió de nuevo a corner
por poco.
Grabé varios de esos corners,
confiado en que el segundo podía llegar en cualquiera de ellos. Pero
no fue así. Y comenzó el asedio blanco.
EL MADRID SE HACE CON EL MANDO
Entonces aún no lo
sabíamos, pero los mejores minutos del Atleti habían pasado. Adrián
no volvió a desbordar por la izquierda; Koke no pudo poner más
balones al área; y Raúl García no pudo probar más el disparo. De
hecho, el navarro fue sustituido por Sosa en lo que considero otro
error. El argentino nunca entró en el ritmo del partido y se vio
desbordado por su banda.
El Madrid empezó a volcar
el campo y el Atleti, cómodo en el papel de guardar una ventaja, fue
aculándose cada vez más conforme la ansiada meta estaba más y más
cerca.
Y LLEGA EL "SÍ SE PUEDE"...
Y desde el fondo sur del
estadio llegó un cántico que a los atléticos nos hizo sonreír de
incredulidad: “Si se puede, sí se puede”. ¿Sí se puede? La
afición del equipo más poderoso del mundo, el más multimillonario,
el de las nueve Copas de Europa, ¿de verdad estaba cantando el sí
se puede ante un equipo al que casi quintuplica en presupuesto y que
luchaba por conseguir la mayor gesta de su historia?
¿De verdad hacía suyo un lema que ahora en política ondea un partido creado hace meses, Podemos...?
¿De verdad hacía suyo un lema que ahora en política ondea un partido creado hace meses, Podemos...?
Un centro de Ramos, el
hombre que levantó al Madrid, fue peinado por Cristiano y no llegó
Benzema (ambos desaparecidos); una cabalgada de Bale terminó con
otra mala definición del galés; y tras un gran control de Isco,
Godín, enorme, se cruzó providencial.
Desde el minuto 75, un chico
vio de pie el último cuarto de hora con lágrimas en los ojos. “Está
ganado, está ganado”, exclamaron varios. Y Luis Aragonés volvió
a estar presente en múltiples cánticos. Pensando en él, cuando
llegó el minuto 89 lo vi claro. Éramos campeones de Europa. La
historia no podía volver a castigarnos de forma tan cruel como
entonces. El Madrid lo había intentado, pero lo que no había
logrado en 90 minutos, no iba a hacerlo en el descuento.
Entonces, sin quererlo, las
lágrimas que contuve tras ganar la Liga, aparecieron en mis ojos.
“¡Cinco minutos de descuento!”, maldijo la gente. Y una pareja
delante de mí se sorprendió al verme llorando. Entonces, me di
cuenta de que aún no era tiempo de emocionarse, enjugué mis
lágrimas, y me dispuse a presenciar los 300 segundos que nos
separaban de levantar nuestra primera Copa de Europa. Y los grabé.
LOS MINUTOS DE PROLONGACIÓN, INMORTALIZADOS
Encendí mi grabadora para
inmortalizar esos últimos segundos y lo que esperaba que fueran los
gritos de mayor euforia y alegría sobrevenida de todas nuestras
vidas.
Cantamos “Jugadores
jugadores, hemos venido a ganar, que se enteren los vikingos, quien
manda en la capital” y el “Jugando, ganando, peleas como el
mejor”... Y vi a Casillas sacar de banda desde el medio campo. Y
grité un par de veces “¡fuera!”, “¡fuera!”. Y sé que no
fue un sueño, porque para inmortalizarlo dije: “Minuto 92 de la
Final de la Champions, Real Madrid 0, Atlético de Madrid 1...”.
Y entonces conté que había
un corner para el Real Madrid. Y los miles de atléticos que
atestaban el fondo norte del estadio Da Luz contuvieron la
respiración. “Joder, otro corner, me cago en tu puta vieja”,
maldije al borde de un ataque. Y después de ese corner, Sergio Ramos
se adelantó a todos y puso un cabezazo inalcanzable para Courtois
(1-1). Y el grito ahogado de un muerto resucitando se propagó del
fondo sur hasta llegar al fondo norte, como un tsunami que todo lo
inunda, arrasando y dejando sin vida allá por donde pasaba... y mi
grabadora se apagó...
¿Y EL ESPÍRITU DE LUIS ARAGONÉS?
Intenté convencer a propios
y extraños de que sería en la prórroga; de que se daría el 1-2,
como yo había pronosticado; de que el Atleti podía... pero no
engañé a nadie.
En los propios cánticos se
demostraba que la tendencia se había volteado, y aunque Gabi intentó
espolearnos desde el césped, las fuerzas de los rojiblancos, en lo
moral y en lo físico, murieron en ese minuto 93.
Tras meses invocando el
espítitu de Luis Aragonés, presente incluso en el cuello de la
camiseta, recordando ese pesar con el que se fue a la tumba (“Debí
ir yo a aguantar ese último corner en vez de Gárate. Él era
demasiado buena gente”, se reprochaba después), al Atleti le
volvió a pasar. La historia no le devolvió esa Copa de Europa que
Schwarzenbeck le quitó de las manos en el minuto
120; sino que le volvió a quitar otra... en el 93... contra el Real
Madrid...
EN LA PRÓRROGA YA ESTABA MUERTO
Aún nos hizo soñar un nuevo cabezazo de Godín que
atajó Casillas; pero Juanfran quedaba cojo en un choque y ya no había
quién pudiera sustituirle (Alderweireld entró por Filipe lesionado
antes de la prórroga). Y fue decisivo.
En el minuto 110, Ángel Di
María (MVP del partido y pletórico de fuerzas), dejó atrás a un
Tiago extenuado, recortó a Juanfran y el alicantino se estiró...
pero ya no podía... Piso área y se topó con Courtois... pero Bale
cabeceó el rechace a la red (2-1).
El Atleti había estado
corriendo incluso después de muerto, pero ese tanto certificó su
defunción. El final fue esperpéntico. Como en un patio de colegio,
después de un ataque siete futbolistas del Atleti se quedaron en el
área blanca, sin bajar (incluidos Miranda y Godín) mientras el
Madrid contragolpeaba. Así pasó dos veces, y a la segunda, Marcelo
se animó a colarse por el centro y sin centrales, y ante un pasillo
de rojiblancos que ya no podían con sus botas, puso el 3-1.
Y el chupón de la clase se
pidió tirar un penalti. Y tras no haber hecho nada en 120 minutos, y
marcar un gol intrascendente, de penalti (4-1), ante un rival hundido por
el desenlace más cruel, se quitó la camiseta y enseñó a toda
Europa su cerebro, gritando a pulmón abierto su 17º tanto, cuando
estuvo “muy cansado” para celebrar el decisivo 2-1 de Bale.
Y Rubén quiso irse,
negándose a ver como el Madrid levantaba otra Champions. Y las dos
niñas de detrás de nosotros hacía tiempo que se marcharon, ambas
llorando. La mayor, con el empate, la segunda, con el 2-1, ante la
impotencia de unos padres que intentaban enseñarlas que no hay que
llorar por el fútbol.
Y cantamos un “Campeones,
campeones” que me supo muy amargo. Porque ha sido un gran año, sí,
pero pudo ser el mejor del mundo.
UNA PELÍCULA YA MUY VISTA
Y estoy cansado de los que ganan
siempre; y del papel del perdedor carismático, del atractivo
desdichado, del ganador moral; de los anuncios del “papá ¿por qué
somos del Atleti?” y de la leyenda del pupas. Porque como dijo
Juamna Trueba, en la película del Real Madrid, Humphrey Bogart se
casa con Ingrid Bergman y tienen cinco hijos. Pero este año, era la
película del Atlético de Madrid. “La hora de los valientes”; “Y
como no sabían que era imposible, lo hicieron...”; “Hombres de
honor”...
Pero no. Por un lado, el
final fue la clásica americanada con once héroes conquistando el
mundo y Florentino Pérez y José María Aznar abrazándose en la
grada, que ya hemos visto diez veces; y por el otro, el clásico
dramón en el que el protagonista muere entre la lagrimada general,
bajo la promesa de una revancha futura que se apunta en el debe del
destino. Pero, aunque yo no la vi, ésa la echaron hace 40 años y a
mí ya me la habían contado. Que me devuelvan el dinero, porque no
sé si tendré fuerzas, ni ánimo, ni tiempo... para ver la
trilogía...
Sólo me anima que el libro
en el que Miguel Hernández incluyó el poema inicial fue “El rayo
que no cesa”. Esperemos que el resplandor de este equipo sólo sea
“el comienzo de una bonita amistad” que nos lleve cuanto antes a
cobrarnos lo que nos deben.