Minuto uno de partido. Primera jugada
del encuentro, Koke mete un balón largo al flanco izquierdo y Diego
Costa coge a toda la defensa del Athletic descolocada, se planta solo
ante Iago Herrerín, con tiempo para pensar, y, como en tantos y
tantos goles (me vienen de primeras a la cabeza ante Diego López en
el Bernabéu, o frente al Austria en Viena) decide cruzar el balón
raso y con el interior. Sin embargo, el meta bilbaíno repele su
remate. “No mete una. Está claro que el fútbol es cuestión de
rachas. Cuatro meses metiéndolo todo, y ahora lleva un mes que no
entra una”, le espeto a mi padre enfadado.
Minuto 86 de partido. El Athletic lo
intenta, pero ya sólo por inercia. Koke mete un balón largo al
hueco, San José tira mal el fuera de juego y Diego Costa se planta
solo ante Iago Herrerín con tiempo para pensar. El hipano-brasileño
decide recortar hacia dentro al meta bilbaíno, le supera, y marca a
puerta vacía (1-2). “Lo mismito podía haber hecho en la primera
jugada. Pero está claro que el tío sigue con confianza. No le ha
afectado llevar casi ocho partidos sin marcar. Otro en su situación
habría tirado, pero éste ha tenido sangre fría y le ha regateado”,
le comento a mi padre satisfecho.
SUFRIMIENTO, MIEDO... ORGULLO
Entre una jugada y otra pasaron 85
minutos de juego en los que pasé del enfado y la incertidumbre del
comienzo, a la satisfacción y el orgullo del final. Pero entre
medias, pasé por muchas sensaciones como el sufrimiento, la
angustia, el miedo o la impotencia, hasta llegar a la felicidad del
minuto 90, sentimiento con el que el Atlético de Madrid termina el
90 por ciento de sus partidos esta temporada.
RECITAL BILBAÍNO EN EL PRIMER TIEMPO
No fue fácil, ni mucho menos. Nadie
había ganado en San Mamés, donde el Atleti se plantó con la
sensible baja de Arda Turán y a los 12 minutos se quedó sin Filipe
Luis, probablemente el jugador con menos recambio de la plantilla.
Los madrileños lo fiaron todo a su
potencial defensivo. Sólo dos equipos este año le han hecho dos
goles (Levante 3-2 y Rayo 2-4) y llevaba casi un año sin perder por
más de un gol, desde el 0-2 del Rubin Kazan en el San Valentín
sangriento del año pasado.
Así que el Athletic comenzó a
acumular ocasiones: primero un cabezazo de Ander Herrera que despejó
Courtois; después un testarazo de Aduriz fuera; más tarde un
disparo centrado de Muniaín tras una serie de rebotes en el área;
luego un tiro de Mikel Rico, mal marcado por Koke, que se marchó
lamiendo el palo... así, hasta que en el minuto 41 Aduriz se comió
por arriba, literalmente, a Godín y cabecea a la red (1-0). “Han
marcado igual que en la ida el Atleti. Al final de la primera parte y
de cabeza”, me dice mi padre.
Antes del descanso, el Athletic aún
suma hasta tres oportunidades para ponerse por delante en la
eliminatoria: una doble ocasión de Iraola, con el pie, y de Aduriz,
con la cabeza, en las que se luce Courtois, y un disparo colocado de
Mikel Rico que bloca en dos tiempos el meta belga.
El árbitro señala el paso al
intermedio, pero me temía lo peor.
AL DESCANSO, FUNERAL Y SUPERSTICIÓN...
En pocos descansos en mi vida habré
tenido una cara de funeral como la de anoche. Por mi cabeza, además
del baño bilbaíno, sólo pasaba una cosa: sólo había visto un
partido en toda la temporada en el bar en el que nos encontrábamos,
de un amigo de mi padre: el 1-0 de Cornellá...
Así que mientras mi padre me
preguntaba qué ración prefería para cenar, a mí lo único que se
me ocurría decirle era que por qué no nos íbamos a otro bar, al
que fuera, a ver la segunda parte...
Por entonces, mi cabeza bullía
pensamientos negativos: claro, es imposible luchar por las tres
competiciones; ahora los del Madrid se reirán de que nos quedamos
sin derbi en semifinales; como nos descolguemos en la Liga ya sólo
nos queda hacer una machada en la Liga...
EL ATLETI (ME) CAMBIA LA CARA
Sin embargo, dos minutos de la segunda
parte bastaron para que comenzara a cambiarme la cara. Corner botado
al segundo palo, cabezazo picado de Diego Costa y Iago Herrerín
responde con un paradón dificilísimo, al sacar un remate que
buscaba la cepa de su poste derecho.
El Atleti había salido con otro aire,
había olvidado la idea de esperar al rival, y buscaba la puerta de
Iago Herrerín para buscar el tanto que le diera el pase.
Así, en el minuto diez de la
reanudación, en una falta ensayada Raúl García conecta una volea
con la zurda que repele el meta vasco, el rechace de la zaga lo
recoge el Cebolla, que de primeras vuelve a ponerla al área, y Raúl
García, a la segunda y de nuevo con la zurda, pone la pelota fuera
del alcance de Herrerín (1-1). Cuarto gol del navarro en Copa
(Pichichi junto a Messi). Decimotercero de la temporada (uno más que
Villa, que sigue sin jugar en Copa salvo la ida con el Sant Andreu).
MI PADRE ES DEL ATHLETIC
MI PADRE ES DEL ATHLETIC
El gol nos concedía una tranquilidad
tremenda, ya que el Athletic debía hacernos dos goles en media hora.
Una tranquilidad que me llevó hasta a
hacerle un chiste a mi padre. “Bueno, ahora el Athletic si quiere
meter un delantero, el mejor que tiene en el banquillo es Valderde
¿no?”.
“Todavía no ha acabado ¿eh?”, me
contestó enfadado.
Y es que ya he contado en alguna
ocasión, que pese a que mi padre lleva conmigo 15 años de socio del
Atleti, su primer equipo es el bilbaíno. Aunque en ocasiones, como
esta eliminatoria, me haya confesado previamente que prefería que
pase el Atleti “porque tiene más posibilidades de eliminar al
Madrid”.
El partido no había acabado, pero
prácticamente. Un disparo escorado de Susaeta, perfectamente tapado
por la enorme figura de Courtois, fue la mejor ocasión que
acumularon los vascos de ahí en adelante.
ORGULLO DE ATLETI
El desenlace, ya está contado al
inicio. El Atlético de Madrid se convierte en el primer equipo en
ganar en el nuevo San Mamés (llevaba once victorias y dos empates);
se mete en las semifinales de Copa del Rey por tercera vez en los
últimos cinco años; y lo hace habiendo derrotado a dos de los cinco
primeros en la clasificación histórica de la Liga. Para llegar
hasta aquí, otros sólo han tenido que ganar a Osasuna, Getafe,
Espanyol o Levante. Dejen paso al campeón.