He querido utilizar este título porque viene muy al caso para otro título: el que se perdió en Barcelona hace ya dos años y medio. El Sevilla nos birló la que hubiera sido nuestra décima Copa del Rey y la consumación de un doblete histórico tras la UEFA de Hamburgo (que luego llegó, con la Supercopa ante el Inter).
Esta noche el Atlético se juega volver a una nueva final, la cuarta en cuatro temporadas (seis si contamos las dos de Supercopa de Europa), y el rival es el mismo de entonces: el Sevilla FC.
Además, uno de mis acompañantes aquel viaje, Chechu, también estará conmigo hoy en el Calderón.
Hay una palabra que suena muy fea, pero que en fútbol debe ser objeto de motivación: venganza. Y si es fría, mucho mejor. Les dejo la crónica de aquella noche para que revivan recuerdos. Motívense. Creo que el título es suficientemente explícito. Hay que cobrársela.
NOS DEBEN OTRA COPA (20-mayo-2010)
Ya les avancé en mi crónica de la clasificación para la final de la UEFA que en el fútbol mantengo ciertas supersticiones irracionales. No sé si es porque este año hemos llegado a dos finales, y los partidos a cara o cruz han sido muchos, pero la final de la Copa del Rey fue un compendio de supersticiones absurdas que no cambiaron el resultado: derrota y adiós al tan anhelado Doblete.
MIÉRCOLES 9:15 HORAS
Me reúno con tres amigos: Ger (al que por cierto, nunca lo he dicho, pero conocí gracias a este blog), Chechu y Chamorro, para coger el coche rumbo a Barcelona (El elevado gasto de Hamburgo obligó a buscar en Copa el camino más asequible posible).
Pongo mi bufanda ondeando del Mini Cooper de Ger (íbamos bien apretaditos) y recibo los saludos y los toques de claxón de todo el respetable de la A-2.
Algunos incluso quieren que bajemos la ventanilla para hablar, supongo que para desearnos suerte para esta noche... Qué simpáticos, querrán preguntarnos si vamos para Barcelona...
Al tercer hombre que lo intenta, uno empieza a sospechar que aparte de lo de la bufanda hay algo más. Y efectivamente. La rueda trasera derecha está pinchada por un clavo como Kanouté de grande. Primera parada, Alcalá de Henarés, donde preguntamos en una gasolinera cómo llegar al taller más cercano.
11:00 HORAS, PRIMERA SEÑAL
Subsanado el pinchazo, uno vuelve al coche con fuerzas renovadas. Hemos perdido casi dos horas de viaje, pero intento convencer a todos de que esta piedra en el camino no es más que una señal: las complicaciones nos llevarán al éxito. La Copa está ganada. Por el trayecto carretera de Zaragoza arriba uno no cesa de cruzarse con otros coches engalanados con sus bufandas o sus banderas del Atleti. La A-2 es por momentos una riada rojiblanca. ¡Qué alegres son los colores, de la raya roja y blanca!
El móvil de Ger conectado a la radio del coche nos deleita con los himnos del Atleti (el oficial y el de Sabina) y con la canción del Kun Agüero y los Leales.
Desde que le escuché entonar el “¿De quién, de quién? Kun Agüero, papá” en la celebración de la UEFA, esa pegadiza musiquilla se me había metido en la cabeza.
Así que nos aprendimos la primera estrofa y, tras siete horas y media desde la primera parada en Alcalá, entramos a Barcelona cantando el “Lleva el fútbol en la sangre... es parte de su alma... la hinchada grita ¡Vamos Kun Agüero!”. Luego, en el Metro, nos quedamos con la gente entonando la tonadilla.
LLEGADA A BARCELONA, OTRA SEÑAL
Aún desde el coche, vemos en el Puerto de Barcelona varios containers rojos con el nombre de Hamburgo en letras blancas. “Otra señal chicos”, les comunico ufano. Que se añade a los solecitos sonrientes que encontramos en los camiones por el camino o a los tentáculos rojiblancos que miden la fuerza del aire.
Y durante todo el viaje, una única ilusión: llegar a la fan zone... Sin embargo, no conseguimos aparcar hasta las 18:30 y cuando queremos dejar las cosas en el hostal y abastecernos de "provisiones", ya son las siete. La fan zone cierra en apenas media hora, así que decidimos ir directamente a los aledaños del Camp Nou.
Hasta con cinco personas había quedado para verme en Barcelona. No vi a nadie. Móviles sin cobertura, mensajes sin responder, y calles desconocidas y demasiado repletas. No pasa nada, la Copa está ganada.
“El Kun Agüero, se caga en el sombrero”, es el cántico de moda que descubrimos junto a la travesía de Les Corts y que cantamos cuando aparece en escena cualquier sevillista, ante la algarabía del resto de aficionados rojiblancos, que nos miran como si la hubiéramos inventado nosotros.
“Luego lo veremos, luego lo veremos”, nos responde un veterano hincha sevillista. Y luego lo vimos...
SE ACABA LA ALEGRÍA
Comienza la cuenta atrás. Menos de una hora. Los cánticos, la algarabía, la felicidad, la ilusión por el Doblete, están a punto de esfumarse en unos minutos. Pasamos el primer “control” del Camp Nou, la amplia valla que rodea el estadio. Para pasar por la puerta definitiva las colas son interminables. Y no se avanza. “¡Esto no pasa, en el Calderón!”, grita la gente. Pero de poco vale. Al final, entramos con el partido recién comenzado.
Fila 21, el fútbol se ve de lujo ahí. A pocos metros de David De Gea, nos acomodamos con el tiempo justo de ver cómo Capel convierte un rechace cualquiera en un zurdazo imparable que revienta nuestras redes. Cuatro minutos. 1-0. Diego Capel. Un gol en 29 partidos de Liga. Al que ni siquiera esperaba como titular en esta final, a la sombra de Perotti casi todo el año. El almeriense ya tendría tiempo en el partido de demostrar su mejor faceta, la histriónica. Especialmente en el minuto 73, cuando su habitual sobreactuación generó una vergonzosa batalla campal en la banda con el único objetivo de parar el partido.
GOL TEMPRANERO EN UNA FINAL...
En una final, y más cuando se presenta con resultado tan incierto, un gol tan tempranero puede desequilibrar totalmente la balanza. Y así lo hizo. El Atleti responde bien, con la enésima cabalgada de “correcaminos” Ujfalusi, que acaba con un remate de Agüero que saca Squilachi en la línea, haciendo lo propio después con el posterior tiro de Forlán.
Queda todo el partido, hay que creer...
Pero el Atleti no llega con claridad. Un tiro lejano y al centro de Simao; una falta arriba de Reyes; un mal disparo de Forlán, después de que Antonio López le robase la cartera a Konko...
El Sevilla no ataca, pero está muy encima. Parece haber varios Zokoras sobre el campo, Kanouté aguanta todo lo que le llega arriba, y Navas y Capel intentan hacer daño cuando les llega el balón.
DEMASIADO SUFRIMIENTO
Ger no para de mirarme a lo largo del partido, buscando en mí una respuesta. Lo que encuentra es a alguien aterrado, con la cara escondida tras las manos casi todo el tiempo. "Ánimo, que queda mucho", me dice, con una cara de "joder, si éste está así, mal va la cosa, sí...".
Y el cronómetro corre, y uno piensa, si empatamos antes del descanso, bien, pero si no...
Y Palop mete una mano abajo a Forlán; y luego mete una arriba y se la come, tras un corner, pero el Kun cabecea fuera. Y el descanso llega...
MÁS SUPERSTICIONES
Me quito la bufanda conmemorativa de la final de Copa porque no me está dando suerte (llevaba puesta también la mía habitual en la otra muñeca), me tiro una foto en los baños del Camp Nou, dejo más hamburguesa de la que me apetecería comer para Ger. Todo buscando el gesto 'correcto' que nos dé el empate. Se ataca ahora en nuestra portería. Tiene que llegar. Pero no llega.
El Atleti está espeso, un disparo lejano de Tiago es lo único reseñable en veinte minutos. La entrada de Jurado por Simao (de nuevo desaparecido) da más chispa al Atleti, y una pared suya con Tiago es salvada por un defensa a corner cuando Kun esperaba para embocar.
Otro corner. Hasta nueve sacó el Atlético. ¿Cuántos remató? Sólo uno. El mencionado de Agüero antes del descanso.
ELLOS SOÑARON MÁS "DURO"
Y el tiempo vuela entre nuestros dedos, y el Doblete se escapa de nuestros sueños a golpe de puños de Palop a cada balón colgado al área. Por momentos no puedo respirar. No está tan bien esto de vivir una final en directo. Y menos así.
Y los jugadores del Sevilla comienzan a caer al suelo para perder más y más tiempo. Y las faltas, tónica habitual de todo el choque, no cesan (el Sevilla realizó el doble de faltas que el Atleti) y Raúl García volea fuera el enésimo despeje de Palop.
Entonces, cuando todo se acaba, y unos cantan de puntillas, rozando el cielo, y otros lo hacen con la agonía del preso condenado a muerte, Perea pierde el balón en medio campo ante Navas, y el de los Palacios aún tiene fuerza para pegarse una carrera de 50 metros y dejar en el camino, con sendos rebotes, a Domínguez y De Gea, y les dice a los suyos: señores, comiencen a entonar el campeones, campeones.
Y el tiempo vuela entre nuestros dedos, y el Doblete se escapa de nuestros sueños a golpe de puños de Palop a cada balón colgado al área. Por momentos no puedo respirar. No está tan bien esto de vivir una final en directo. Y menos así.
Y los jugadores del Sevilla comienzan a caer al suelo para perder más y más tiempo. Y las faltas, tónica habitual de todo el choque, no cesan (el Sevilla realizó el doble de faltas que el Atleti) y Raúl García volea fuera el enésimo despeje de Palop.
Entonces, cuando todo se acaba, y unos cantan de puntillas, rozando el cielo, y otros lo hacen con la agonía del preso condenado a muerte, Perea pierde el balón en medio campo ante Navas, y el de los Palacios aún tiene fuerza para pegarse una carrera de 50 metros y dejar en el camino, con sendos rebotes, a Domínguez y De Gea, y les dice a los suyos: señores, comiencen a entonar el campeones, campeones.
Y la hinchada hispalense estalla. Y entonces uno es más consciente de que apenas son la mitad que nosotros, que el Camp Nou es dos tercios rojiblanco, rojiblanco colchonero.
Pero el título es suyo. La oportunidad de dejar en el camino a un rival por objetivos directos en la última década (ascenso, UEFA, Champions, Copa) se pierde. La grandeza reciente de los del Pizjuán se revalida, y esta Copa se une a los títulos levantados hace apenas tres y cuatro años.
El viejo Atleti, por contra, coronado campeón de Europa sólo siete días antes, no es capaz de alcanzar su décimo torneo del KO, y añade a su palmarés el mismo número de finales perdidas que ganadas en Copa: nueve y nueve.
Y en la grada, en una muestra de amor a unos colores sin precedentes, los 50.000 colchoneros se desgañitan cantando a su equipo, y reeditando el campeones, campeones que muchos no pudieron cantar en directo en Hamburgo.
Y SÓLO QUIERO DORMIR...
¿Los 50.000? No. De pie, en mi asiento, en absoluto silencio, grabó con mi cámara el espectáculo de mi afición. Sobre el campo, algunos jugadores que provocaron lágrimas en mí la semana pasada, son ellos ahora los que lloran.
Yo no tengo fuerza para nada. El cansancio, los kilómetros, las ilusiones desvanecidas, dejan paso al virus que desde el pasado lunes pelea por apoderarse de mi cuerpo. Y lo consigue. Ya no hay más por lo que luchar. Ya no quedan más finales. Lo único que quiero es dormir. Sólo espero no tener que esperar otros diez años para volver a tener un sueño.
Pero el título es suyo. La oportunidad de dejar en el camino a un rival por objetivos directos en la última década (ascenso, UEFA, Champions, Copa) se pierde. La grandeza reciente de los del Pizjuán se revalida, y esta Copa se une a los títulos levantados hace apenas tres y cuatro años.
El viejo Atleti, por contra, coronado campeón de Europa sólo siete días antes, no es capaz de alcanzar su décimo torneo del KO, y añade a su palmarés el mismo número de finales perdidas que ganadas en Copa: nueve y nueve.
Y en la grada, en una muestra de amor a unos colores sin precedentes, los 50.000 colchoneros se desgañitan cantando a su equipo, y reeditando el campeones, campeones que muchos no pudieron cantar en directo en Hamburgo.
Y SÓLO QUIERO DORMIR...
¿Los 50.000? No. De pie, en mi asiento, en absoluto silencio, grabó con mi cámara el espectáculo de mi afición. Sobre el campo, algunos jugadores que provocaron lágrimas en mí la semana pasada, son ellos ahora los que lloran.
Yo no tengo fuerza para nada. El cansancio, los kilómetros, las ilusiones desvanecidas, dejan paso al virus que desde el pasado lunes pelea por apoderarse de mi cuerpo. Y lo consigue. Ya no hay más por lo que luchar. Ya no quedan más finales. Lo único que quiero es dormir. Sólo espero no tener que esperar otros diez años para volver a tener un sueño.