A cualquiera que lea esto, le parecerá una verdad de perogrullo. Pero a lo que me refiero es a que nuestros jugadores ofensivos atacan mejor que lo mal que defiende nuestra zaga. Hace una semana, nuestros atacantes lo hicieron igual de bien que mal lo hizo nuestra retaguardia. El resultado, un empate a tres en Moscú.
Por el contrario, ayer, la desbordante calidad de nuestra vanguardia acabó por dejar en evidencia a Zé Castro, pese a que se empeñó en meterse autogoles o comerse balones en defensa para mantener en vilo al respetable hasta el minuto 95.
Al minuto uno el Atleti ya ganaba. Maxi lucha un balón perdido en línea de fondo, la picardía de Forlán provoca sin ángulo un rechace de Palop, y el propio Maxi, de nuevo en la brega, provoca un penalti del portero sevillista, que no es necesario porque Maniche envía el rechace a la red.
PROHIBIDO LEVANTARSE
Iban noventa segundos. Se tarda más en contarlo que en presenciarlo. Así se lo perdió mi novia, a la que insté a no dejar de ver este partidazo, pero guardaba cola en el baño. Cómo se nota que este Atleti va para arriba. Casi 50.000 personas un miércoles a las diez de la noche y casi rondando los cero grados.
Pero el Sevilla no tenía en Zé Castro a su mejor atacante. También estaba Luis Fabiano (seis goles en cuatro partidos) y pronto se dio cuenta el Calderón. En el fatídico minuto trece, emprendió un eslalon en el que fue salvando contrarios, hasta ser derribado por Seitaridis en la frontal. Sorprendentemente, el árbitro no sacó ni tarjeta.
Yo no sabía que Luis Fabiano también tiraba faltas. Tampoco debía saberlo la barrera, que se abrió de forma esperpéntica para desviar el balón a las mallas. 1-1.
DE RÉCORD
Un récord es el que ha batido el Atlético con este inicio de temporada. Con los cuatro tantos de anoche, ya son veinte en diez partidos. Cifras que no se veían en el Calderón ni en la época de Segunda. Desde la 97-98 de los Juninho, Vieri, Kiko o Caminero no disfrutábamos a orillas del Manzanares de un Atleti con tantos goles. Ni con tantos puntos.
DR. JEKYLL Y MR. HYDE
Aguirre debe estar debatiéndose, cual doctor Jekyll y mister Hyde. El entrenador mexicano es de los del 1-0 antes que un 5-4. Con partidos como el de ayer lo tiene que pasar mal. Pero si luego mira la clasificación creo que debe recompensarle. Tras hacer historia con Osasuna, la cosa aquí comienza a pintar muy bien. Meter al Atleti en Champions, tras años en el purgatorio que empezaban a hacerse eternos, no es cualquier cosa. 'El Vasco' puede coronarse.
SUEÑOS Y PESADILLAS
El Calderón en noches como las de ayer es un escenario para soñar. Pero el inicio de la segunda parte nos deparó el autogol de Zé Castro, lo que reavivó a muchos de los fantasmas que llevan de ‘okupas’ en el Manzanares tanto tiempo.
El partido se puso feo. Un Sevilla, que había sido desbordado, dominaba y el juego se endurecía sin motivo. Las trapisondas se sucedían y los andaluces comenzaban a recordar al abrupto equipo de Caparrós de los Javi Navarro y Pablo Alfaro.
Y en éstas estábamos cuando volvió la magia. Agüero volvió a usar el exterior de su bota derecha para poner un buen balón al segundo palo. Y allí apareció Maxi como un gigante para convertirlo en magnífico. Su volea en el aire puso el balón en la escuadra de Palop y al Calderón de nuevo en los cielos. Su tanto me recordó en algo al de Torres ante el Betis. Me acuerdo mucho últimamente del Niño, y no es porque le eche de menos, sino porque los que se han quedado se están encargando de evocarlo.
El partido acababa y la fiesta se instalaba en las gradas. Jurado aparecía en la banda con el único cometido de perder tiempo. Pero decidió que el también quería sumarse a la celebración y marcó un gol de bandera aprovechando una jugada de Simao. Sin responsabilidad y en una dinámica positiva, el mediapunta gaditano está creciendo. Que espere, que el Madrid aún anda detrás.
El partido acabó como empezó, con un gol (tras otro error de Zé Castro). Pero el tanto ya no podía estropear la fiesta.
En la salida, vi a una afición feliz como nunca. Los cánticos y la algarabía inundaban las calles aledañas del estadio. Mañana era fiesta. Que dure. Por favor, que dure.