
Vi el partido en la Cervecería Ochava
(bar que ya jamás olvidaré), en Atocha, porque me atrajo una gran
bandera rojiblanca ondeando en su terraza, mientras buscaba una zona
cerca de Neptuno por si había suerte.
Pero en esos instantes, mirara donde
mirara, sólo veía gestos contraídos, manos a la cabeza, y angustia
en los rostros de las camisetas rojiblancas que me rodeaban.
La tele me traía idénticas imágenes
entre los 450 valientes (enorme la gentileza del Barça, cuyo aforo
ronda las 100.000 butacas) que habían vuelto a asumir los 98
abusivos euros de entrada impuestos por el club culé para asistir al
Camp Nou; y principalmente la del Cholo, que apretando los dientes
negaba con su cabeza, incrédulo ante tanto infortunio.
RECORDÉ TODOS LOS ERRORES...
Entonces, por mi cabeza rondaba la mano
milagrosa de Caballero a disparo de Adrián; el tiro al larguero de
Villa; el autogol de Filipe en Levante; el gol casi a puerta vacía
fallado por el Guaje; el penalti absurdo de Juanfran al Sevilla;
aquel balón que envenenó el viento de Almería y se comió
Aranzubía... esos escasos errores, casi contados con los dedos de
una mano, que habían condenado al Atleti a jugarse la Liga en la
última jornada en el Camp Nou y que tras ese golazo de Alexis y sin
nuestros dos mejores jugadores sobre el campo, parecían
sentenciarnos. La Liga no se perdió en el Camp Nou. Se perdió en
Levante... o con el Málaga, diría el tópico. Pero el Cholo Simeone
y sus gladiadores no habían llegado hasta aquí para perder esta
Liga.
"EL FÚTBOL ES INJUSTO..."
"EL FÚTBOL ES INJUSTO..."
“El fútbol es injusto”, era el
maldito título que fabricaba mi mente cuando la tele mostraba la
clasificación momentánea y en ella, por primera vez en dos meses,
el líder no era el Atlético de Madrid.
Era la primera vez en la sucesión de
seis partidos que este año han dirimido Barça y Atleti (con cero
victorias catalanas) que los culés estaban por delante. El escenario
que los blaugranas llevaban anhelando todo el año. Y al gol se le
sucedieron cinco minutos de rondo culé que me hicieron ver la Liga
realmente lejos.
Pero el Atleti sólo estaba asimilando
el golpe. Y una vez digerido, como posteriormente dijo Godín,
“apretamos el culo e hicimos lo de siempre”.
Y lo de siempre fue sacar la garra, el
orgullo, el coraje, correr, pelear y luchar como si esta Liga fuera
nuestra... porque lo era... porque lo es.
Y Raúl García la pegó de lejos; y
Juanfran encaró; y Koke sacó tres corners consecutivos ante una
zaga blaugrana que comenzaba a dar signos de debilidad. Y sólo
rogaba porque en uno de esos corners, handicap del Barça y fortaleza
del Atleti durante todo el año, la pelota acabara en la red.
Pero no lo hizo en ese primer tiempo, y
llegó el descanso que más largo se me ha hecho en toda mi vida...
EL DESCANSO MÁS LARGO DE MI VIDA
Salí a la calle, a tragar aire, porque
por momentos esa Cervecería Ochava ataviada de bufandas colchoneras
(la mayoría de sus camareros son rojiblancos), se había quedado sin
oxígeno, atrapada en una atmósfera de ilusiones ahogadas.
En la calle, un taxista me dice que
pinta mal; y una mujer sudamericana me desea que ojalá remonten.
Pero yo no quiero hablar ni ser visto por nadie. Simplemente necesito
estar solo. No rezo, porque hace años que Dios me concedió una
petición más importante que el fútbol, y a cambio le prometí que
nunca más le pediría por “la cosa más importante de todas las
cosas menos importantes" (Arrigo Sacchi). Sólo confío.
Confío en el discurso del Cholo Simeone en el vestuario.
¿QUÉ LES DIRÍA EL CHOLO?
Confío en
que les haga ver que tras 37 jornadas luchando hasta la extenuación,
tras el paradón de Courtois en el 89 en Anoeta (jornada 3); la
trabajada victoria en el Bernabéu (7); la goleada al Valencia tras
un 0-0 al descanso (16); los sufridos triunfos ante Levante (17) y
Málaga (18); la final sin ganador con el Barça (19); la goleada a
la Real para homenajear a Luis Aragonés con el liderato (22); la
batalla ante el Madrid que nos permitió seguir en la lucha (26); el
gol de Gabi en el Villamarín para ganar “el Clásico de tres”
(29); las cabezas salvadoras de Diego Costa ante el Granada (30); de
Koke en San Mamés (31); de Miranda contra el Elche (34); y de Raúl
García frente a Villarreal (32) y Valencia (35)... tras todo ello,
no se podía morir en la orilla.
Y algo así debió decirles el Cholo,
ya que Filipe confesó después que antes del partido les puso un
vídeo “con imágenes incluso de la pretemporada”.
Algo así, y algo parecido a esto: “Hay
que salir y decir en el campo que sólo hay un campeón y va de rojo
y blanco". La última frase es de Luis Aragonés, quien según
el propio Simeone “defendió con los muchachos cerquita del área
en la segunda parte”.
LA CABEZA DE TODOS LOS ATLÉTICOS
De todo esto salió del vestuario un
Atlético que a los 50 segundos remató al palo por medio de Villa;
que a los tres minutos se quedó solo delante de Pinto tras genial
pared de Adrián y Koke, pero se cruzó Adriano; y que a los cuatro
minutos... a los cuatro minutos dio un vuelco de alegría al corazón
de todos los atléticos e inmortalizó un momento que quedará
grabado para siempre en la historia del Club Atlético de Madrid.
La cabeza de Diego Godín fue la de todos los
atléticos. Fue la de Simeone, 18 años antes, rematando también de
cabeza el 1-0 ante el Albacete que nos dio la última Liga hasta hoy;
la de Gárate, que tuvo que hacer cola como uno más para lograr
entradas para Lisboa, cuando su cabeza marcó tantos y tantos goles
para las Ligas que el Atleti ganó en 1970, 1973 y 1977; la de
Fernando Torres, que se marchó sin levantar ningún título de
rojiblanco; la de Antonio López, que vivió algunos de los peores
años en la historia de este club y jamás pudo ni soñar con una
Liga; y, sobre todo, la de todos los aficionados colchoneros, que
durante un largo año han aguantado el “ya caerá el Atleti, ya
caerá”, con un estoicismo y una fe que son dignas del mayor de los
monumentos...
Fue especialmente bello que el jugador
encargado de marcar ese histórico tanto se besara el escudo para
reivindicar lo que significa este sentimiento. Y no era la primera
vez que lo hacía.
Jamás vi un testarazo tan puro, tan
contundente, salto tan elegante y remate tan impecable. Como se suele
decir en baloncesto, entró limpia (1-1). Pero era normal. Lo
rematamos todos.
Al Atleti aún le duró el subidón
algunos minutos, en los que Mascherano evitó que Koke se quedara
solo ante Pinto, y en los que Gabi corrió más él solo que todo el
Barcelona junto, apoyado por Tiago, Raúl García, Filipe o
Juanfran... todos ellos, llegaban a cada balón disputado una décima
antes que los del Barça. Pero después el balón volvió a ser
blaugrana.
UNA FASE DE PERROS
Entramos entonces en "una fase de perros". El acervo popular entiende una “vida de perros”, como una
mala vida. Personalmente, mi perro vive genial, pero su reloj
biológico va más rápido, por lo que un año nuestro es como siete
suyos. Es decir, que una hora nuestra son como siete de perro, y
media hora serán como tres horas y media...
Llegado a este punto, viví la última
media hora de partido como un perro, porque esos 30 minutos se me
hicieron como tres horas y media.
No les miento. Fui capaz de mirar el
reloj siete veces y el minuto seguía siendo el 17 de la segunda
parte... un infierno.
Dos minutos más tarde, o cuarto de
hora, según se mire, un balón colgado al área por Dani Alves (el
único del Barça que estuvo a la altura) rebotó en alguien y fue
machacado por Messi a la red. El grito de dolor fue unánime, pero no
en mi caso. Siempre en cada tanto, a favor o en contra, centro mi
mirada presto en la figura del linier o el árbitro. En este caso, la
mano arriba, salvadora, de Mateu Lahoz, decretaba el fuera de juego
que más he celebrado en mi vida.
CADA JUGADOR DEL ATLETI, UN HÉROE
De ahí al final, el cronometro siguió
sin correr. Las agujas se enganchaban en el segundero, la boquilla
del reloj de arena se hacía cada vez más estrecha, pero cada
jugador del Atlético se engradecía como un héroe al que sin dudar hubiéramos entregado el cuidado de nuestra vida.
Era especialmente emocionante ver a
Koke, a Tiago o a Gabi saliendo del área, rodeados de camisetas
blaugranas, y siendo capaces de aguantar el balón hasta alejarlo de
la zona de peligro.
El partido llegó al tiempo añadido
dentro de una angustia, constante pero sostenida, en el que el único
susto real fue un derechazo lejano de Alves que repelió Courtois.
Y hubo corner en contra en el último
segundo, como no podía ser de otro modo en el guión atlético, con
las trenzas de Pinto merodeando el área en busca de un milagro que
ningún Dios podría haber aprobado.
Y EL ATLETI ES CAMPEÓN
Y EL ATLETI ES CAMPEÓN
Y Mateu Lahoz emitió tres
silbidos que significaban una Liga. Y el Atleti se hizo mayor de
edad. Y el teléfono sonó, como hacía 18 años, cuando un niño de
15 años descolgó el auricular para recibir la felicitación de su
abuelito, el primero en hacerlo en esa Liga de 1996. Ahora, sin él
para hacerlo, era su hijo, mi tío, el que recogía el legado de esa
felicitación primigenia: “Enhorabuena, ha habido que sufrir ¿eh?”.
“Hemos sufrido hasta el último minuto. Pero así es el Atleti”,
respondía, y cuando pronunciaba estas palabras, un nudo se hacía en
mi garganta, que me impedía seguir hablando, a punto de llorar, como
el niño de entonces. A duras penas, pude controlar las lágrimas. Y
me cité con Neptuno. Y hablamos de volver a vernos. Y quizá
entonces, no haya manera de contenerse.