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martes, 12 de mayo de 2020

Diez años desde que el Atleti salió de la amnesia en Hamburgo

Difícilmente nada de lo que escriba hoy podrá superar las crónicas que relaté en este blog hace justo diez años.
La historia de cómo un jueves 6 de mayo de 2010 me sentía obligado a renunciar a viajar a Hamburgo porque no encontraba acompañante, y la idea de ir solo a aquella Final me parecía "una locura". Por número de socio no me tocaron entradas, y, aunque conseguí dos a través de un patrocinador, tuve que decirle a mi intermediario que renunciaba a ellas "porque no tenía con quien ir". El vuelo (difícil de encontrar por menos de 500 euros) hacía echarse para atrás a cualquier posible acompañante.

FUI AL CALDERÓN "A ECHAR UN VISTAZO A VER SI NO HABÍA COLAS..."
Sin embargo, el viernes 7 de mayo cuando salí de casa de mi novia (en Madrid) por la mañana, escuchaba en Radio Marca que aún quedaban 700 entradas en taquilla... y no pude resistirme a acercarme al Calderón "a echar un vistazo a ver si no hay colas"... ¡Y no había colas! Con lo que sólo diez minutos después me encontraba con mi entrada en la mano y compraba el vuelo (ida y vuelta en el día) con la Agrupación de Peñas por 400 euros. "Se te va la pinza, pero si es lo que quieres...", me dio 'permiso' mi novia. Y era lo que quería, sin duda. Estaba loco, pero ¡bendita locura!

EL ATLETI LLEVABA 24 AÑOS SIN JUGAR UNA FINAL EUROPEA
Eran otros tiempos. El Atleti llevaba 48 años sin ganar un título europeo (la Recopa de 1962), 24 años sin llega a una Final en Europa (la Recopa de 1986 perdida contra el Dinamo de Kiev), y 14 años sin ganar un título (desde el Doblete de 1996 con Radomir Antic).
Así que yo echaba mis cuentas y pensaba "para la próxima Final europea a la que llegue el Atleti ya tendré más de 50 años y no sé yo cómo tendré la cosa para ir...". Si alguien se me hubiera acercado aquella mañana de 2010 junto a las taquillas del Calderón y me hubiera dicho que en menos de una década el Atleti iba a llegar a cuatro Finales europeas más (sin contar con ésa) me habría reído en su cara... y habría comprado la entrada igual.

"NO VAS SOLO, VAS CON 12.000 TÍOS TAN LOCOS COMO TÚ"
"No vas solo, vas con 12.000 tíos que están tan locos como tú", me respondieron en un comentario en este mismo blog. De hecho, allí me esperaban varios conocidos, como Jorge Olmos, Sergio Medina, o Juanjo. Y tuve la oportunidad de echarme como amigo a Rubén, con quien años más tarde viajaría a la Final de Champions en Lisboa.
Todavía recuerdo el temor porque el vuelo pudiera cancelarse, ya que el mes anterior un volcán islandés de nombre impronunciable (Eyjafjalla) había entrado en erupción y una enorme nube de ceniza ensombrecía los cielos de Europa impidiendo el despegue de muchos aviones en todo el continente. Con más de tres horas de retraso salimos de Madrid... pero salimos (Las seis horas tirados en el aeropuerto de Hamburgo en la vuelta no fueron por el Eyjafjalla... ¡Suerte que estábamos de buen humor!).

MI PRIMERA FAN ZONE
Una vez allí, las fotos junto al río Elba, cómo me impresionó la Fan Zone (¡Era la primera vez que me veía en una igual!), y el camino rumbo al Hamburg Arena, atravesando un bosque en el que había casi más alemanes que árboles ofreciendo entradas de reventa a precio de saldo (Como siempre, la UEFA cubriéndose de gloria).
Dentro del estadio el ambiente espectacular, con el Fondo Norte y una pequeña parte de los Laterales teñidos de rojiblanco. No recuerdo gran cosa del partido en sí, salvo la sobresaliente actuación de Forlán, que antes de sus dos goles estrelló un balón en el palo, y los infinitos nervios por la incertidumbre del resultado.

MI YO DIEZ AÑOS MÁS JOVEN LES CUENTA EL FINAL DE LA FINAL...
Y, mejor que yo, les dejo con mi yo diez años más joven para que les cuente cómo vivió la jugada del Kun Agüero que dio origen al decisivo gol de Forlán, la ceremonia de recogida del trofeo y lo que esos instantes suponían:

Y la amnesia se acabó en Hamburgo
"...El Atleti lo busca, pero no lo encuentra. Pero entonces algo pasa. Un balón largo, perdido, de esos que sólo gana el Kun, es salvado sobre la línea por el argentino. Le gana la partida a Hughes y se perfila hacia el área. Entonces levanta la mano. La izquierda. Ahí está. Mira dónde está la Copa. Y alguien lo ha visto. Es Forlán. Que corre raudo al primer palo y recoge el mensaje de Agüero. Mete su bota derecha, la Bota de Oro. Lo justo. No hace falta más. El gigante de dos metros Hangeland no llega. Schwarzer tampoco. El balón está dentro. ¡Gooool! ¡Gooool! ¡Gooool!
Me abrazo a los desconocidos que me rodean esa noche como si fueran mis hermanos.
Miro el reloj. Minuto 116. Sé que somos campeones. Y entonces, sin haberme dado cuenta, me percato de que mis ojos están empañados. No puedo reprimirlo. Entre esa neblina de lágrimas contenidas veo los últimos minutos. No puedo parar. No lo entiendo. Y me acuerdo de mi novia, que me dice que soy de hielo y que nunca lloro. Esos cinco minutos, fueron probablemente cinco de los minutos más intensos de mi vida.
Éramos campeones. Campeones de Europa. Me abrazo con Juanjo. Me tiro fotos con su bandera de España con el escudo del Atleti. Y con desconocidos que pensaba que eran amigos.
El “We are the champions” suena por el Atlético de Madrid. Por fin los cañones de confeti se
disparan por nosotros. Y el himno del Atleti resuena en Hamburgo.
Abajo, Forlán, Agüero, Domínguez, De Gea, Quique... los héroes de esta Copa de la UEFA, que pasarán por siempre a la historia, pasean la Copa.
Y entonces, el escudo del oso y el madroño se miró en el reflejo de esa Copa, en el frío metal convertido en sueño. Cerró los ojos, volvió a mirar. Y entonces se dio cuenta, se reconoció: soy el Atlético de Madrid. Y recuperó la memoria. Por favor, no la pierdas nunca".

"UN GRANDE SIN MEMORIA"
Aquel epílogo respondía al nombre de mi blog, "Un Grande Sin Memoria". Muchos me preguntaron por el motivo del nombre, aunque en esa época estaba claro. Lo creé en el año 2005-2006, como un trabajo más en la carrera, en el que pretendía relatar la historia del Atlético de Madrid, un grande, pero que en aquellos años grises andaba sumido en la mediocridad más absoluta, incapaz de recordar quién era.
Aquella noche el Atlético de Madrid recuperó la memoria. Y, aunque sin duda en esta década ha reverdecido viejos laureles y ha dado muestras de haber superado esos años de amnesia, nunca me he planteado cambiar un nombre que ya tiene cierta solera. En cualquier caso, me alegro de que el Atleti ya no haga honor al título de mi blog. Y es bonito recordar que todo empezó un día como hoy hace diez años, entre esos bosques de Hamburgo.        

martes, 12 de mayo de 2015

QUINTO ANIVERSARIO DE LA UEFA DE HAMBURGO- LA ENTREVISTA
Antonio López: "Esa UEFA de 2010 fue el comienzo del partido a partido"

Hoy se cumplen cinco años de aquel 12 de mayo de 2010 en el que el Atlético de Madrid ganó su primer título del siglo XXI, una UEFA Europa League que para el capitán que tuvo el honor de levantarla, Antonio López, "supuso el inicio de la filosofía del partido a partido que ha consagrado el Cholo".
Todavía recuerdo como si fuera hoy la bendita locura de viajar solo a esa final, la ilusión cuando me desperté a las seis de la mañana para coger el avión con destino a Hamburgo, como saboreé cada minuto de la previa por las calles de la ciudad germana, los nervios infinitos durante el partido y las lágrimas con el gol de Forlán que, por fin, catorce años después, me permitían celebrar un título del Atleti como adulto, y el privilegio de poder cubrir esas celebraciones con Telemadrid .
Para rememorar ese día he querido entrevistar al que fue nuestro capitán y he tenido la oportunidad de hacerlo para Agencia EFE. Éste ha sido el resultado de la entrevista.

ANTONIO LÓPEZ: "SENTÍAMOS MUCHA RESPONSABILIDAD"
Hace justo cinco años, la plantilla del Atlético de Madrid, dirigida por Quique Sánchez Flores, contaba los minutos en Hamburgo para la primera final europea que el club iba a disputar en 24 años (la última había sido una Recopa perdida ante el Dinamo de Kiev en 1986), un choque frente al Fulham inglés que determinaría el primer campeón de la renovada UEFA Europa League.
En una entrevista a Efe, el capitán y lateral izquierdo titular de ese equipo, Antonio López, recuerda que en los instantes previos había una mezcla de nervios, ilusión y, "sobre todo, mucha, mucha responsabilidad".
"Hacía casi 50 años que el Atlético de Madrid no ganaba un título europeo (la Recopa de Europa de 1962, 3-0 a la Fiorentina), así que sentíamos mucha responsabilidad porque, además, después teníamos la final de la Copa del Rey y queríamos ganar ese primer título para afrontar con más confianza el segundo", explica.
El de Benidorm rememora cómo esa tarde, antes del encuentro, Quique les puso un vídeo motivacional: "Fue un vídeo muy emotivo para que fuéramos realmente conscientes de todo lo que nos estábamos jugando, de toda la gente que teníamos detrás, de dónde veníamos... Había muchas imágenes de todo el apoyo que siempre nos ha dado nuestra afición y después de verlo sólo queríamos que el partido empezase ya".

"NO NOS PODÍAMOS IR SIN LA COPA"
El Atlético tuvo que sufrir para levantar esa copa, ya que el gol del triunfo de Diego Forlán (2-1) no llegó hasta el minuto 115 del partido, en la prórroga, pero Antonio López siempre se mostró "muy confiado" en la victoria.
"No fue un partido fácil, pero desde dentro yo veía que nosotros estábamos convencidos. Además teníamos muchísimo aliento de nuestra afición y sabíamos que no nos podíamos ir de Hamburgo sin la copa", asegura con determinación.
El triunfo dio paso a la "enorme emoción" de ser el primer capitán en levantar un título con la camiseta del Atlético de Madrid en catorce años, desde el Doblete de 1996.

"NO ME PODÍA RETIRAR SIN LEVANTAR UN TÍTULO"
"Yo siempre decía que no me podía retirar del Atleti sin ganar un título y, fíjate, tuve que esperar a mis dos últimos años, pero levanté tres copas: la UEFA y la Supercopa de Europa de 2010, y la UEFA de 2012", enumera el capitán colchonero.
Después, vinieron las celebraciones en Neptuno y la oportunidad de "poder hablar con tanta gente del Atleti de todas las edades, tantas miles de personas en la plaza, en la Castellana, por todas las calles".
"Para mí, fue algo muy, muy, muy bonito el poder ver todo Madrid vestido de rojiblanco mientras paseábamos la copa por la ciudad. Subían personas con la camiseta del Atleti por todas partes. Estoy convencido de que no era gente sólo de Madrid, sino gente que había venido de toda España para celebrarlo", comenta emocionado.
Todo ello le dio la posibilidad de compartir su experiencia ofreciéndole la copa al Dios rojiblanco con su sucesor como capitán: "Cuando ganaron la Supercopa de Europa, que yo acababa de marcharme, Gabi se acordó de mí y me llamó para preguntarme cómo le colocaba la bufanda a Neptuno. Y sí que le dije que en vez de un nudo le hiciera dos, para que no se cayera".
ESE 2010 SE COMENZÓ A CREER...
Y para terminar, Antonio López afirma que en esa temporada 2009-2010 comenzó a forjarse el "partido a partido" que hoy ha llevado a tantos éxitos al Atlético de Madrid de Simeone: "Ese año en Liga nos fue muy mal. Pero en la Copa y en la UEFA, partido a partido, eliminatoria a eliminatoria, nos convencimos de que podíamos llegar a lo más alto".
"Cuando nosotros creímos que podíamos, fue cuando en el campo lo demostramos. Los jugadores éramos los mismos, la cuestión era creer. Y gracias a Dios, más tarde que pronto, obtuvimos la recompensa de creer en nosotros mismos. Fue el comienzo de algo que hoy el Cholo ha convertido en norma para consolidar un equipo campeón", sentencia Antonio López.

viernes, 11 de mayo de 2012

Y la Copa la levantó Falcao (VIDEO: El 3-0 de Diego in situ en las gradas de Bucarest)

Lo cuestionaba en la previa ¿Quién levantaría la Copa si el Atleti obtenía su segunda UEFA Europa League? Con Antonio López y Perea en la calle, el elegido parecía ser Gabi. Y así fue. El 14 tuvo el honor compartido con Antonio López de alzar el trofeo. El de Benidorm entró finalmente en la convocatoria, aunque no entiendo por qué no salió algún minuto.
Muy a su derecha, Luis Amaranto Perea. El colombiano no tuvo en este caso la suerte de poder subir una Copa que también le pertenece y quedó relegado en la foto.

Este privilegio lo tuvo Radamel Falcao. A la izquierda de los dos capitanes, fue el primero en recibir el trofeo. También es justo. Es suyo. El colombiano marcó la diferencia con dos goles soberbios en el primer acto. A lo largo de una temporada ha rentabilizado con creces los 40 millones de euros que costó. Es ya el máximo goleador en la historia del club en una misma temporada con 35 goles (23 en Liga y 12 en UEFA) alcanzando a Forlán (08-09) y a Baltazar (88-89).
LOS TÍTULOS HAN VUELTO, PERO...
A continuación pasaré a narrarles la historia de mi aventura en Bucarest. Un año más, me lié la manta a la cabeza y tuve el placer de vivir in situ un Atleti campeón de Europa.
Pero no sin antes expresarles un pesar: el mismo día que el Atlético de Madrid se proclamaba campeón del segundo trofeo continental, nuestro entrenador, y los propios protagonistas, recibían preguntas sobre si nuestras estrellas, Falcao y Diego, seguirán el año que viene. Los títulos han vuelto. La grandeza, no. Triste, muy triste.

7:30 HORAS #DESTINOBUCAREST
A las 7:30 de la mañana llegó al aeropuerto de Barajas. Mi colega de profesión y de sentimiento colchonero, Santi Riesco, lleva esperándome un rato con su sobrino Álvaro en la cola del mostrador 136. “Corre, que ya estamos en la cinta”; “Vamos, que sólo quedan 15 por delante”. Sus whatsapp me apremian a comenzar la mañana corriendo. Será un día largo y plagado de emociones.
Embarcamos los primeros por la puerta B23, lo que nos posibilita un bonito viaje en primera clase. La primera vez para la mayoría. La cosa promete.

AVIÓN RÁPIDO; BUS LENTO
Llegamos a Bucarest a las 14:00 horas. El vuelo ha sido algo más corto de lo esperado. Pero el tiempo ganado, lo vamos a perder después. Un primer autobús nos lleva hasta el estadio. A la salida del aeropuerto nos encontramos envueltos de una fortísima presencia policial. “Tranquilo Robocop, que esto lo controlo yo”, le espeta uno de los “líderes” de nuestra expedición a uno de los agentes rumanos.
Para llegar al estadio damos un rodeo impresionante. Recorremos un par de veces la misma avenida. La capital de Rumanía cumple un mismo patrón estético. Altos edificios descoloridos y grises, amplias calles, un cielo lleno de cables y un viejo tranvía atravesando la ciudad.
“Es una ciudad puramente soviética”, me repite Santi.
Una vez en el Estadio Nacional de Bucarest, nos espera otro autobús que nos llevará hasta la fan zone. Otro largo recorrido entre un monumental atasco. Ni la Gran Vía en hora punta. El calor y los nervios se acrecientan. Empezamos a ver más y más rojiblancos en las calles. La fan zone está a escasos metros. Pero el conductor continúa su camino impasible, cuando la gente lo que quiere es bajar ya, respirar aire y coger una cerveza. “Abre la puerta, Dimitri abre la puerta”, corea el autobús.

UNA FAN ZONE POBRE
Por fin en la fan zone la primera impresión es de decepción. Mucho más pequeña que la de Hamburgo hace dos años. Menos gente, menos ambiente, menos puestos... y en los que hay el único alcohol que venden es cerveza (que a mí no me gusta). Nos echamos un futbolín Santi y Álvaro por un lado y yo con un lugareño. La falta de comunicación nos hace perder, y Santi se lesiona un hombro en el fragor de la batalla. Un café en el Hilton, un par de copas por 32 leis en un pub de la zona, y pronto ponemos camino al estadio.
En las inmediaciones la cosa no cambia demasiado. Poco ambiente, poco alcohol, pero tengo la suerte de encontrarme un ídolo de niñez, Manuel Sánchez Delgado Manolo, con el que me fotografío. Una hora antes del partido, estamos ya dentro del estadio.
Allí se nota el predominio bilbaíno. Las cifras oficiales hablaban de 13.00 vascos frente a 10.000 madrileños. En los cánticos también ganan. Se nota su euforia. La misma que le falta a la afición atlética, mucho más emocionada en Hamburgo hace dos años. A todo se acostumbra uno, por desgracia, aunque se trate de una final europea.

EL ATLETI DEMUESTRA QUIÉN ES EL GRANDE
Pero el partido comienza y la cosa cambia. El Atlético de Madrid demuestra quién es el grande desde el primer minuto. Quién está acostumbrado a jugar finales europeas (aunque en el once sólo estuviera Falcao), quién sabe lo que es levantar títulos en la historia reciente.
Y en el primer minuto Arda Turan roba un balón en campo ajeno, recorre la banda con caño incluido, y su centro lo remata cruzado Adrián. Los “Atleeeeeti, Atleeeeti” tienen acento castizo. El miedo atenaza a los leones. En el césped, y en la grada.
El Atleti ha salido mejor, presiona arriba y Diego, imperial toda la noche, también lo intenta. “Hay que marcar primero”, le digo a Santi. En una final igualada, un gol tempranero puede marcar al campeón. Como ya pasó con el Sevilla. Y así fue.

Minuto 7 de partido. Falcao recibe un balón largo en el flanco derecho y entra en el área. Aguanta la pelota, hace un amago, dos, espera la llegada de los compañeros. Pero entonces se inventa un zurdazo con una rosca perfecta a la escuadra derecha de Iraizoz (1-0). El fondo opuesto estalla de júbilo. Incluso veo alguna lágrima prematura. Un gol así vale su peso en oro. Y el de Falcao fue un golazo.

CEDE UNOS METROS, PERO DE NUEVO FALCAO
Por desgracia, como en otros muchos encuentros, el Atleti cede unos metros al rival al ponerse en ventaja. El Athletic coge la bola, pero apenas genera peligro. Godín, muy atento toda la noche, se anticipa en cada lance a Llorente. Sin embargo, en el minuto 19 dan el primer susto, en un centro de Ander Herrera que el riojano remata fuera en el primer palo. Y sólo cinco minutos después, Íker Muniaín, prueba a Courtois con un derechazo lejano. La gran personalidad mostrada por el chico para liderar a su equipo, contrasta luego con su incontenible manantial de lágrimas, que nos recuerdan que sólo es un niño de 19 años.
El Atleti para el partido. Un Mario Suárez desconocido se agiganta en medio campo. Corta y la juega con criterio, la aguanta, la pisa, controla el juego con sangre fría y encuentra siempre al compañero. Gabi y Diego le ayudan en la faceta de dar aire al equipo. Pero si hay alguien que hincha los pulmones rojiblancos es Falcao.
Amorebieta regala un balón en su propia área para Miranda, Arda se interna y encuentra a Falcao. El colombiano la pisa en el área y en la grada ya se canta el gol. Rompe a Aurtenetxe con su amago y, de nuevo con la zurda, la pega arriba, donde Iraizoz no puede alcanzarla.
2-0, una renta casi insalvable en una final. El descanso se presenta como una tabla de salvación que garantiza más de medio título y el público colchonero silba la última jugada bilbaína como si se tratara de un 1-0 en el minuto 94.

EL ATHLETIC ASFIXIA A UN ATLETI SIN CAMBIOS
En el segundo acto Bielsa da entrada a Ibai Gómez e Iñigo Pérez por Aurtenetxe e Iturraspe, y aunque ambos dan más mordiente, no es suficiente.
Los minutos van pasando, pero las ocasiones no llegan. El minuto 60 se alcanzan con tranquilidad. Pero el Athletic ofrece sus últimos coletazos antes de morir. Los zagueros rojiblancos llegan a cada balón, pero precisamente por dejar alguno de ellos muerto el Athletic encuentra sus mejores oportunidades. La mejor, en una jugada que rodeó toda el área, un disparo de Susaeta que encuentra a un enorme Courtois.
El partido se acaba, pero el Atlético necesita oxígeno. Le ruego al Cholo que introduzca algún cambio en el equipo. Pero Simeone quiere aguantar con sus once hasta el final.
En una contra, Falcao protagoniza una jugada brillante. Rompe a un primer defensa con un autopase picado, recorta a un tercero, pero cuando ya canto el gol se encuentra con la madera. “¡Qué bueno es! ¡Qué bueno es!”, grita Santi.

Y LA PUNTILLA DE DIEGO
Cuento cada minuto para que la final acabe. Hay la lógica tensión, aunque el 2-0 es un gran colchón. Sin embargo, miro a mi alrededor y aún la gente resopla o se echa las manos a la cabeza. Pero en la contra definitiva, Diego se marcha por velocidad, rompe a Amorebieta con su recorte y la cruza suave, pero junto a la cepa del poste de Iraizoz. “¡Se acabó! ¡Se acabó!”, grito alborozado mientras grabo con mi cámara. La jugada del tercer gol la inmortalicé para la posteridad, y nuestra alegría infinita también. Aquí os la dejo para compartirla con vosotros.
Por segunda vez en dos años, el Atlético de Madrid vuelve a proclamarse campeón de Europa. El vigésimocuarto título de nuestra historia. Y ya tenemos un motivo para ver la final de la Champions: elegir rival para la Supercopa de Europa.
Uno se acostumbra a lo bueno. Y ganar esta segunda UEFA Europa League no tiene el mismo valor emotivo y sentimental que la primera. Aunque se ha ganado con mucha más brillantez y autoridad, batiendo el récord de victorias de cualquier equipo en Europa (12), el título no es celebrado entre la hinchada con la misma euforia insondable de hace dos años.
En cualquier caso, nuestra historia sigue creciendo, las vitrinas han vuelto a abrirse y el nombre del Atlético de Madrid se ha inscrito de nuevo en lo más alto de Europa.
Pero hace falta algo más. Para que el enfermo recupere definitivamente su memoria hay que cambiar un par de tuercas en su cerebro. Para que una gran actuación como la de Falcao no sea “una oportunidad” para venderlo. Para que los grandes futbolistas cuando vean al Atleti desde casa piensen, yo quiero jugar ahí algún día. Por mi parte sí les puedo asegurar, que seguiré en el Atleti la próxima temporada.

lunes, 17 de mayo de 2010

La fiesta de la UEFA, desde dentro

La última vez que el Atleti había ganado un título yo apenas era un adolescente. Acompañado de mi tío Emilio, entusiasta madridista que vive en Atocha, pude disfrutar la cabalgata organizada por Jesús Gil, con sus carruajes tirados por caballos, paseando por Madrid a las estrellas colchoneras.
Como un loco, perseguí carroza tras carroza, hasta conseguir estampadas en mi gorra del Atleti las firmas de Radomir Antic, Tomás Reñones, Caminero, Lubo Penev, Vizcaino, Juan Carlos, López, De la Sagra y Correa. Recuerdo como si fuera hoy las carreras Paseo del Prado arriba buscando a mis ídolos, cuando hacían una parada en el recorrido hacia Neptuno, antes de que los caballos volvieran a arrancar y te pisaran un pie (literalmente...).
Catorce años después, he podido repetir imágenes similares, aunque con ciertos matices relevantes.

EL DÍA DESPUÉS DE HAMBURGO
Jueves a las 14:00 horas. Suena mi despertador tras haber dormido dos horas y media, después de pasar la noche en el aeropuerto de Hamburgo y en el vuelo de vuelta.
Como y aterrizo en Telemadrid a las 15:30 horas para afrontar mi quinto día allí.
Hablo por teléfono con mi padre contándole la hazaña que ha supuesto nuestra primera UEFA Europa League. Entonces, se acerca uno de mis jefes, Joaquín, y me dice mientras continúo al teléfono: “Jose, esta tarde te voy a hacer feliz”. Voy a ir a cubrir las celebraciones del Atleti, pienso. No me lo puedo creer, cuando lo único que he hecho hasta ahora es una encuesta en el Bernabéu sobre si la gente pensaba que aún había Liga (Ja, ja, ja...).
Y efectivamente, me mandan al autobús dela prensa, que encabeza la comitiva por delante del bus descapotable de los futbolistas.
En el Calderón saludo a Antonio Ruiz, ex compañero en la SER, hecho polvo por la paliza del día anterior. Yo lo llevo mejor, el subidón de estar ahí despeja todo tipo de cansancio.
Van subiendo, uno a uno, y ves cómo para ellos también es un hito importante, grabando con sus móviles la acogida de la gente.

EN LA ALMUDENA SE ME ESCAPA FORLÁN
Entonces, empieza el baile. Primera parada, Catedral de la Almudena. Allí nos advierten de que no se puede preguntarles ni antes de entrar ni dentro del templo. “Los canutazos para después”.
Tras ofrecer a la Virgen el título y la foto oficial, comienzan las carreras tras los jugadores. No veo mi cámara, y el objetivo más a mano es Enrique Cerezo. El presidente, buen testimonio, pienso.
Tras un par de preguntas y un “yo creo que sí lo pasaremos muy bien en Neptuno porque hay muchas ganas”, me percato de que muchos de mis compañeros han cogido a otro protagonista mejor... Diego Forlán. Un escueto “enhorabuena” es lo único que me da tiempo a decirle con pie y medio dentro del autobús. Habrá que esperar a la próxima parada.
Llegamos al Ayuntamiento. Allí conseguimos hablar en condiciones con Forlán, que nos dice que él no es el protagonista de este título, sino que lo son todos.
Gallardón les hace entrega, uno a uno, de una placa conmemorativa, y uno se da cuenta del buen rollo de este equipo. No dejan salir a recoger el premio a Assunçao o a Reyes, corean el nombre de cada uno, sueltan bromas y se gritan apodos entre ellos, y la ovación es especialmente cerrada cuando el turno es para Quique Sánchez Flores.
EL ESCENARIO: ANTONIO LÓPEZ SHOWMAN
Después, un escenario ante miles de atléticos es testigo de los botes de los jugadores, que amenazan con tirar abajo el tablado, Copa incluida.
Agüero es el que se arranca con un “¿De quién, de quién? ¡De Kun Agüero papá!”, y todos comienzan a botar.
Se ofrece el micrófono a Forlán, ante los cánticos de “Uruguayo, uruguayo”, pero el Bota de Oro se resiste a hablar, entre tímido y un comentario: “Si no me vais a dejar...”.
Efectivamente, con sólo decir un “a disfrutar”, los jugadores comienzan a ovacionar.
“Saque, saque, saque, saca la camiseta”, le gritan Simao y Perea, animándole a quitarse la camisa para deleitar a las muchas quinceañeras presentes.
Ésa fue otra alegría más. Ver tanto niño y tanto adolescente del Atleti, le hacen comprobar a uno que seguimos siendo grandes. Que tendremos descendencia.
Antonio López toma la voz cantante con una serie de “Camareros...¿Queeé?” al estilo marcado por Pepe Reina tras la Eurocopa. Después, ellos mismos inician un “Bota de Oro, Perea Bota de Oro”, acogido de buen grado por el colombiano, que da saltos con la bandera de su país.
Entre los cánticos, es curioso el protagonismo que adquiere Ibrahima, que es incluso el que se lleva la Copa, pese a no haber podido disputar siquiera esta competición.
Su entusiasmo, se une al de Camacho, Domínguez, De Gea, y el propio Antonio López, en contraste con el de Tiago, algo más apartado. Lo que da buena prueba del peso de la cantera que se ha creado en el vestuario.
Aunque no me gusta tanto cuando Ibra comienza el cántico del "Agüero quédate", cuando es algo que debería darse por hecho...
A la salida, hablo con Gallardón, que cita a los jugadores para dentro de una semana, y les advierte de que, después de 14 años esperando para recibirles, no va a permitir que la siguiente vez se dilate tanto.

EL BALCÓN DE SOL
La penúltima parada es la Puerta del Sol. Aguirre les espera con una bufanda rojiblanca al cuello. Y en la plaza, miles de rojiblancos la abarrotan hasta las calles aledañas. Es sencillamente increíble.
Espero la llegada del autobús en primer plano, donde Aguirre le dice a Gil Marín que seguro que su padre lo está viendo desde el cielo.
Hablo con el propio Gil Marín, al que le transmito que ya se merecía toda esta gente una gran alegría. “Por ellos, por nosotros, por vosotros que cubrís la información del equipo”, me dice, pese a que en realidad es el primer día que tengo esta oportunidad.
Quique Sánchez Flores me dice que son unos “privilegiados”, y que la fiesta de hoy en Neptuno será “mucho mejor que la de ayer en Hamburgo”. Su sonrisa es sincera.
Como la de Domínguez, al que paro en la entrada a la sede de la Comunidad de Madrid, y me dice que para un canterano como él todo esto es increíble. Y la semana que viene a por el Doblete, le digo. “Por supuesto que sí, vamos a comérnoslos”, me responde.
También hablo con Jurado, que me asegura que aún no son conscientes de que han hecho historia, y con Reyes, que me responde con un “impresionante, amigo”.
Y pregunto a Simao, uno de los capitanes, sobre el honor de haber transportado la Copa en sus manos. “Un orgullo”, me cuenta.
En la subida camino al balcón, ahora sin micrófono, le digo a Simao que nos han dado una alegría que necesitábamos hace mucho tiempo. “Nosotros también”, me responde, y le emplazo a marcar un gol en la final ante el Sevilla. “En el Camp Nou. Sería increíble. Además, ya me toca meter”, me contesta. Como a todos, Simao.

EL CONTRASTE, PABLO IBÁÑEZ
Y en el balcón puedo contemplar Madrid teñido de rojiblanco. Los futbolistas continúan la fiesta. Y la nota triste la pone Pablo Ibáñez. Con todos botando en el balcón, él se retira. Da vueltas por la sala contigua, se asoma, sonríe. Pero no es su fiesta. Le miro a él, y miro a Perea, cantando y saltando fuera. Me da lástima por Pablo. Ambos llegaron juntos. Han vivido cinco años duros, y ahora uno puede disfrutar, mientras el otro debe irse. Habrá quién se alegre por su flirteo con el Madrid, pero viendo a ese chico espigado cabizbajo, como en una fiesta de cumpleaños a la que nadie le había invitado, a uno le provocaba una sensación agria.

NO HA CAMBIADO TANTO...
Las carreras, la lucha con el resto de medios por conseguir antes al protagonista, trajeron a mi memoria a aquel adolescente que se desgañitaba por conseguir el autógrafo de Pantic, aunque tenía que "conformarse" con el de Vizcaino, que quedaba más cerca de mi lado en la carroza. A aquel chavalillo que se marchó a casa soñando, con su gorra rubricada por sus ídolos.
El jueves pasado, no había tanta diferencia, y debía refrenarme al tener al Kun al lado, o a Forlán, para no pedirles una foto, o un autógrafo. Y tenía que cantar el "¡Campeones, campeones!" para mis adentros. Aunque no me privé de saludar alguna vez desde el balcón :D
Han pasado 14 años. Y esa temporada hubo Doblete. El próximo jueves, espero repetir. El sueño continúa.

viernes, 14 de mayo de 2010

Y la amnesia se acabó en Hamburgo

Ayer, 13 de mayo, me llegó un correo de miarroba.net. ¡FELICIDADES!, decía. Qué raro, pensé yo. Juraría que esta gente no sabe que soy del Atleti...Y no lo saben, pero es que justo hace un año me creé cuenta en ese servidor, mientras sopesaba dónde hacer renacer mi blog, después de que me lo hubiera eliminado Google días antes.
Finalmente, opté por el más vale malo conocido, y “Un Grande Sin Memoria” revivió en blogger.
Han sido muchos, en estos más de tres años de vida del blog, los que me han dicho que ojalá algún día tuviera que cambiarle el nombre. Ojalá algún día la gente no entienda el porqué de la denominación de mi blog. Quizá fuera una señal la de hace un año.
El 12 de mayo de 2010 será una fecha grabada en la historia del fútbol europeo, español y del Atlético de Madrid. Una fecha inolvidable para mi blog y para mí. Yo estuve ahí. Y el Atlético volvió a ser campeón.

EL VIAJE
Estaba citado a las 6:30 en Barajas. Llegué con tiempo al párking del aeropuerto y antes de salir del coche me puse a tope “Viva la vida” de Cold Play para salir motivado.
Compruebo atónito en las pantallas informativas que mi vuelo no sale hasta las 10:15. “Saldrá entre las 8 y las 9”, me dijeron en la Agrupación de Peñas el día que contraté el vuelo. De su desorganización y de las seis horas que pasamos en el aeropuerto de Hamburgo para volver a Madrid, declinaré hacer declaraciones. Al menos aquí, que es la crónica de un campeón.
En las cuatro horas de espera conozco a dos chicos del Frente. Y a Rubén, que sería mi compañero de viaje, en la ida, en la vuelta, y por tierras alemanas.
El vuelo se retrasa. No despegará hasta las 12. Mientras tanto, los mensajes de la megafonía de que algunos vuelos podrían cancelarse por la nube de ceniza inquietan al personal. No veo el momento de estar sentado en el avión y despegar. Una vez en Hamburgo, si no se puede volver ya importa menos.

LA LLEGADA
Por fin en Hamburgo. Llegamos sobre las tres de la tarde y nos tiramos algunas fotos junto al río Elba. Preguntamos por la fan zone y pronto llegamos. Una marea rojiblanca inunda la plaza habilitada con chiringuitos y una pantalla gigante que repite los goles del Atleti en la UEFA.
Allí coincido con Petón, al que también me encontré en Neptuno el día de Anfield, y le emplazo para mañana en el mismo sitio, junto al Dios del mar.
Conozco a Sergio Medina y a su hermano, después de varios encuentros frustrados. El nerviosismo empieza a crecer. La gente no ve la hora de que dé comienzo el partido. Yo no, prefiero disfrutar cada minuto de un día único.
A las siete de la tarde ponemos rumbo al Hamburg Arena
. Imposible entrar por la boca de Metro de Lamdungsbrücken, así que decidimos ir andando a la siguiente y cogerlo allí. Una vez en Konigstrabe (todas ellas de difícil pronunciación) hay empujones y peleas para entrar en el tren. Allí ya hay más aficionados del Fulham, con los que se transita en armonía. A más de uno les comento con mi perfecto inglés que el resultado será un three-zero (ayudado por las manos por si la pronunciación no es lo suficientemente clara).
Por el camino entre bosques hacia el estadio son muchos los alemanes con cara de resignación que ofrecen a precio de saldo dos, tres y hasta cuatro entradas, en lo que supone un éxito de la UEFA. 49.000 espectadores en una final europea, en un estadio con capacidad para 57.000.
La entrada al campo también tiene miga. Con colas interminables y cacheos exhaustivos para que luego te digan que esa no es tu entrada, que la tuya es más a la derecha.

EL PARTIDO
Una vez dentro el ambiente es espectacular. El fondo norte y una pequeña parte de los laterales, para los rojiblancos. Lo propio en el fondo sur con los ingleses. En medio, una nutrida representación de gente neutral, que en el descanso desaparecen, intuyo que para algo más que comer el bocata.
A los once minutos, Forlán avisa de que esa es su noche, con un disparo a la madera. Inconmensurable el partido del uruguayo, que se echó el equipo a sus espaldas como nunca.
El Atleti dominaba y los ingleses se limitaban a pegar pelotazos a un mermado Bobby Zamora, que baja lo que puede, casi siempre bien encimado por Perea y por un inmenso Domínguez, que sacó todo bien.
Y llega el 1-0. Kun baja un balón en la frontal y remata con la zurda en semifallo, pero su disparo frustrado se convierte en una asistencia magistral para Diego Forlán que, siempre ávido de gol, ésta en el momento justo con la predisposición perfecta, para convertir su pierna derecha en un pasaporte al gol. Se desata la alegría. La Copa está más cerca.
Sin embargo, en uno de esos balonazos del Fulham, el gigante inglés consigue deshacerse de Perea, se escora y toca atrás para Duff, que la deja en el flanco derecho del área para Gera. Está solo, pero decide colgarla al segundo palo. Allí, la cabeza de Assunçao sólo prolonga el balón para que Davies, con una espectacular volea, ponga el 1-1.Todo había ocurrido en cinco minutos, del 32 al 37. El Atleti acusa el golpe y todo queda para la segunda parte.

EL SUFRIMIENTO 
El guión ha cambiado. El dominio claro del equipo español en la primera mitad se transforma en un aburrido monólogo del Fulham, con toques horizontales en medio campo. Pero el Atleti no la huele. Encima, un pase en profundidad buscando a Gera y un nuevo zambombazo de Davies hacen que durante unos segundos, los 12.500 atléticos de Hamburgo y los millones de Madrid, no respiren.Por fortuna, los aficionados rojiblancos contamos este año con un desfibrilador infalible, joven y seguro, que nos aleja de cualquier atisbo de infarto. David De Gea.En la portería de Schwarzer, un tímido derechazo de Antonio López y una falta abajo de Agüero son nuestros únicos huys. Mi sueño, y mi convencimiento, de que el gol llegaría en la portería de mi fondo, se desvanece.
Contra su norma, Quique hace los cambios pronto y quita a Simao y a Reyes por Jurado y Salvio. El primero se enfada; el segundo aplaude. Lo contrario que yo.El partido se acaba y me veo en la prórroga. Ya lo dice el refrán: “No pierdas en cinco minutos lo que no has podido ganar en 85”. Y se acaba.

LA PRÓRROGA
Bajo al baño antes de que dé comienzo la media hora suplementaria y descubro que, sólo cinco filas más abajo que yo, había una cara amiga, Juanjo, el hijo de Bely.
Miro el móvil en busca de un mensaje de aliento. Como me hubiera gustado que mi novia o mi padre hubieran podido estar aquí conmigo. También me acuerdo de Jorge, cuyo vuelo hacia Berlin el día anterior no pudo despegar, y estará sufriendo en casa.
La primera mitad de la prolongación no depara sobresaltos. Miro el minuto 102 con impaciencia. ¿Ocurrirá como en la final de Copa del Doblete? ¿Como en Anfield? Pero esto es otra final. Otro título, otra alegría. Otra historia.
Tres más tarde, Agüero remata al lateral de la red un balón que tampoco acertó a meter Salvio, tras una nueva gran jugada de Forlán. Medio estadio canta gol (alguno en el avión me preguntó incluso por qué lo habían anulado). Ha dado al lateral de la red, le explico a los de al lado.
Quince minutos. Sólo quince minutos y la lotería de los penaltis. Demasiado arriesgado. Demasiado azar después de haber llegado tan lejos. Después de tanto sufrimiento. Después de tantos retrasos. 48, 24, 14 años... Horas de avión. Demasiado...

LA EXPLOSIÓN
El Atleti lo busca, pero no lo encuentra. Pero entonces algo pasa. Un balón largo, perdido, de esos que sólo gana el Kun, es salvado sobre la línea por el argentino. Le gana la partida a Hughes y se perfila hacia el área. Entonces levanta la mano. La izquierda. Ahí está. Mira dónde está la Copa. Y alguien lo ha visto. Es Forlán. Que corre raudo al primer palo y recoge el mensaje de Agüero. Mete su bota derecha, la Bota de Oro. Lo justo. No hace falta más. El gigante de dos metros Hangeland no llega. Schwarzer tampoco. El balón está dentro. ¡Gooool! ¡Gooool! ¡Gooool!
Me abrazo a los desconocidos que me rodean esa noche como si fueran mis hermanos.
Miro el reloj. Minuto 116. Sé que somos campeones.
Y entonces, sin haberme dado cuenta, me percato de que mis ojos están empañados. No puedo reprimirlo. Entre esa neblina de lágrimas contenidas veo los últimos minutos. No puedo parar. No lo entiendo. Y me acuerdo de mi novia, que me dice que soy de hielo y que nunca lloro. Esos cinco minutos, fueron probablemente cinco de los minutos más intensos de mi vida.
Éramos campeones. Campeones de Europa. Me abrazo con Juanjo. Me tiro fotos con su bandera de España con el escudo del Atleti. Y con desconocidos que pensaba que eran amigos.
El “We are the champions” suena por el Atlético de Madrid. Por fin los cañones de confeti se disparan por nosotros. Y el himno del Atleti resuena en Hamburgo.
Abajo, Forlán, Agüero, Domínguez, De Gea, Quique... los héroes de esta Copa de la UEFA, que pasarán por siempre a la historia, pasean la Copa.
Y entonces, el escudo del oso y el madroño se miró en el reflejo de esa Copa, en el frío metal convertido en sueño. Cerró los ojos, volvió a mirar. Y entonces se dio cuenta, se reconoció: soy el Atlético de Madrid. Y recuperó la memoria.
Por favor, no la pierdas nunca.