
El uruguayo, persona por lo que cuentan reservada y amigo de pocos amigos, es alguien que cumple con su trabajo habitualmente de forma pulcra (exceptuando los borrones que este año está haciendo a su dilatado expediente) y es un hombre con el que no parece recomendable quedarse a solas en un callejón oscuro... o con un balón apurado cerca de tu área. En ambos casos, te mete la estocada hasta el fondo.
Bien pudo comprobarlo anoche Noguerol, que se entretuvo tiempo de más con el balón en los pies y fue a regalárselo al uruguayo. Donde se la clavó a Yoel podrá explicarlo bien el portero vigués: abajo, donde duele. Que se lo pregunten a Noguerol.
UN PARTIDO DE SEGUNDA
Su gol, salvó una primera parte atlética muy trabada. “Parece un partido de Segunda”, pensaba. Paradójico, cuando sobre el campo estaban un equipo que este año ha jugado la Champions y otro que dicen juega como si fuera de Primera.
Hasta la llegada del gol de Forlán, en el minuto 27, el choque había sido eso, de Segunda. Trabado, oscuro, farragoso, atropellado, confuso. Ninguno de los dos equipos acertaba a dar más de dos pases consecutivos, cada balón se disputaba al límite y era común ver jugadas con constantes pelotazos de uno a otro lado, sin que nadie acertara a bajar la pelota.
Eso sí, si alguien lo hacía, era el Celta, que centraba desde la derecha obligando a De Gea a blocar por arriba, salvo un par de ocasiones en las que la pelota llegó a Botelho, pero en ambas su disparo no entrañó ningún peligro.
En el Atleti, sólo Tiago ponía algo de clase, en lo que apunta al primer fichaje de invierno acertado en los últimos... ni me acuerdo.
El gol de Forlán afectó al Celta, y el camino hacia el descanso transcurrió plácido, con un Celta desencajado y un Atleti aliviado.
LO VIVÍ CON TENSIÓN

Hay partidos anodinos, sosos, de esos encuentros de Liga a los que de cuando en cuando nos acostumbra el Atleti, en los que un gol de los nuestros no sale de la garganta como disparado, automático, con fuerza.
En esos días, uno se pregunta si le estará perdiendo el gusto a esto, si la magia rojiblanca que lo encandiló de pequeño no se estará esfumando, y el seguimiento a estos colores no se habrá convertido en una inexorable rutina que uno no puede dejar, pero que no tiene la excitación de los primeros años.
En noches como ayer uno se da cuenta de que no. La tensión con la que espera sentado frente al televisor el inicio del partido, la angustia de ver cómo pasan los minutos y se imagina un escenario así, insoportable, en la recta final del encuentro, y el gol, ese gol que te hace levantarte del sofá, como en el Calderón, y gritarlo, pensando después si te habrán escuchado los vecinos.
Que sí, que enfrente estaba un equipo de Segunda, que era nuestra obligación... pero estamos en semifinales, y la final está ya sólo a un paso. Y eso hace diez años que no lo vemos...
LOS GOLES QUE NO FUERON
De igual manera salté con el gol del Kun, a medio terminar la cena, recién iniciada la segunda parte. Fue una gran contra. Assunçao para Reyes, apertura de primeras a Ujfalusi y el centro de éste lo controla Agüero con sangre fría y define con calma ante Yoel. Era el 0-2. La sentencia. El billete a semifinales ya sellado. Pero no subió al marcador. El Kun estaba ligeramente adelantado. Y el linier lo vio.
Como tampoco subió al tanteador pasado el cuarto de hora una falta directa lanzada antes de tiempo por Trashorras. El árbitro estaba apuntando y no se puede sacar en ese caso. Pero el nudo en la garganta que se me creó al ver el balón dentro no me lo quita nadie.
LA MAGIA DEL KUN Y LA PUNTILLA QUE NO LLEGA
Los minutos fueron pasando sin agobios, y en algunas fases del choque los rojiblancos jugaban cerca de la portería celtiña, lo que evitaba sufrimientos innecesarios. Como una jugada del Kun, que me recordó al gol que le hizo al Levante, también en Copa, en su primer año. Recorte hacia dentro, hacia fuera y ¡pum! Zurdazo letal. Esta vez, se la sacaron en el segundo recorte. Aunque eso posibilitó después un precioso autopase de tacón con el que dejó sentado a dos vigueses. Sublime.
En los instantes finales Simao pudo sentenciar, pero tiró al muñeco, y Forlán pudo hacer lo propio tras una nueva gran jugada de Agüero. Su disparo flojo y al centro se coló por debajo de las piernas de Joel... pero no entró.
EL SUFRIMIENTO CRÓNICO
Y como no puede haber victoria atlética sin sufrimiento, un cabezazo al larguero de Joselu después de que Toni rompiera a Ujfalusi nos los puso de corbata... con perdón.
Como el Atleti es el Atleti, recé hasta el último instante para que no nos marcarán... y para que Quique no quitara a Agüero y a Forlán. ¿Se imaginan que el Celta hubiera empatado en el 93? ¿Quién hubiera metido los goles en la prórroga? ¿Jurado?
El caso es que el Atleti terminó el choque sin sus estrellas, pero en las semifinales. La ida será en casa (pensaba que era la vuelta y ya soñaba con celebrar el pase a la final en el Calderón).
Al menos anoche, el Atleti demostró su profesionalidad. Algo que, como el valor a un soldado, se les presupone. Pero no siempre lo demuestran...