SEMIFINAL- VUELTA
ATLÉTICO 1-0 ARSENAL
Goles: Diego Costa.
Hace justo ocho años, en la semana del lunes 3 de mayo al viernes 7 de mayo de 2010, pasé
unos días de enormes nervios e ilusión, mezclados con angustia, incertidumbre y
resignación.
El Atleti,
por primera vez en 24 años, había llegado a una Final en Europa. La última,
curiosamente, se había disputado en Lyon, en una Recopa perdida por los
rojiblancos ante un potente Dinamo de Kiev.
A esto se le
añadía una sequía de catorce años sin ganar títulos (desde el Doblete de 1996),
por lo que la ocasión de viajar a Hamburgo para intentar ver in situ cómo el
Atleti volvía a tocar metal se presentaba irrenunciable.
Pero las circunstancias no parecían las más propicias para mí. En primer lugar, por número de abonado a
priori no me tocaban entradas. En segundo, y muy importante, mi padre no quería
viajar (a día de hoy la Final más lejos a la que he conseguido llevarle ha sido
al Bernabéu), y ni mi novia, ni ningún amigo atlético estaban por la labor de
abordar esta aventura (sólo el vuelo costaba más de 400 euros).
RENUNCIÉ A LAS ENTRADAS PARA HAMBURGO
El primer
escollo lo salvé sin mucho problema (enseguida encontré dos entradas de un
patrocinador que me dejaba por 130 euros cada una), pero tras varios días de
"negociaciones" no encontré compañero de viaje. Así que la mañana del
viernes 7 de mayo (a cinco días de la Final) llamé a mi contacto y le dije que
renunciaba a las entradas. Viajar solo se me hacía muy cuesta arriba y, en
cualquier caso, no iba a comprar yo las dos entradas.
PERO AL FINAL ME PASÉ POR EL CALDERÓN
Sin embargo,
esa misma mañana cuentan en Radio Marca que todavía quedan entradas. Que,
pasados los primeros días de venta asignados a los 15.000 primeros abonados,
aún hay tickets en taquilla. Esa noche había dormido en Madrid en casa de mi
novia, y un cosquilleo en el estómago me dice que como mínimo tengo que pasarme
por las taquillas del Calderón a ver qué se cuece. Así que aparco el coche en
el Paseo de los Melancólicos, pongo un ticket de la hora por 20 minutillos, y
veo con asombro que no hay colas. Me acerco a ventanilla, pregunto, y quedan
entradas de 55 euros... No me pregunten cómo fue, pero unos segundos después tenía la entrada en el bolsillo.
ERAN 24 AÑOS SIN LLEGAR A UNA FINAL EN EUROPA
En los días
previos había intentado autoconvencerme de que viajar solo era una locura...
Pero tampoco podía evitar pensar que el Atleti llevaba 24 años, 24, sin
aparecer en una Final europea... y que si la historia volvía a repetirse, en la
próxima Final tendría más de 50 años. ¡A saber cuáles serían mis circunstancias
entonces! Así que me lié la manta a la cabeza, y allí empezó mi locura en solitario rumbo a Hamburgo.
Han pasado
ocho años de la historia que acabo de narrarles, y pasadas las once de la noche
del 3 de mayo de 2018 el Atlético de Madrid alcanza su quinta Final europea
desde entonces. La de Hamburgo fue la primera (UEFA 2010), y desde esa
temporada todos los años pares el Atleti ha vuelto a jugar una Final en Europa
(UEFA 2012, Champions 2014, Champions 2016 y UEFA 2018). Muy pocos equipos en
todo el continente pueden presumir de un palmarés similar.
AQUELLA IMAGEN DE LOS INGLESES RIÉNDOSE...
El rival a
superar para llegar a esta nueva Final era un histórico como el Arsenal, con el
que, paradójicamente, jamás nos habíamos enfrentado en partido oficial.
En la ida se
había sufrido muchísimo. Vrsaljko fue expulsado a los nueve minutos (la
expulsión más rápida en la historia de la UEFA... y probablemente también
incluyendo la Champions) y tres minutos después era Simeone el que se iba a la
calle. Las imágenes de televisión captaban a un grupo de aficionados gunners en
la grada con una sonrisa de infinita felicidad despidiendo al Cholo mano al
viento. Desde ese mismo momento yo ya estaba pensando en el partido de vuelta:
"Hay que salir vivos de aquí, eliminarles en el Metropolitano, y que se
traguen esas sonrisitas".
Y se
sobrevivió. Y de qué manera. En un nuevo recital defensivo, con Oblak como protagonista,
el Atleti volvió a hacer poesía de la resistencia y, tras encajar un único gol
de Lacazette, Griezmann empató en el 81 para lograr un tesoro (1-1).
En la vuelta
el Metropolitano presentó sus mejores galas. Lleno casi hasta la bandera y un
ambiente que, sin llegar a la magia del Calderón (no sé si podremos alcanzar
esas cotas), alcanzó niveles de ebullición bastante altos.
GODÍN, IMPERIAL
Esperaba un
inicio fuerte de los colchoneros, pero no fue así. En los primeros minutos tan
solo Costa dispuso de una buena ocasión, que mandó alta en un mano a mano con Ospina.
De hecho, el Arsenal dominaba más la pelota, de manera muy intensa en algunos
momentos. Su merodear el área no acabó en males mayores por un Godín imperial,
a un nivel altísimo, que por alto, por bajo, al cruce o dominando el área,
cortó o achicó todos los balones que amenazaban a Oblak (que en esta ocasión se
marchó prácticamente con los guantes impolutos).
EL GOL LLEGÓ TRAS UN SAQUE DE OBLAK
En los
minutos finales del primer acto sí apretó más el Atleti. Koke y Griezmann
avisaron con dos zurdazos que se perdieron cruzados por centímetros, y en la
jugada más inesperada, Diego Costa encontró el premio.
En un
pelotazo largo de Oblak, tras un control largo que acongojó a algunos en la grada,
Chambers sale a la banda a despejar de cabeza, la defensa se descoloca, Thomas
gana el rechace para Griezmann, el galo encuentra profundo a Diego Costa, que gana la espalda a Bellerín y supera a Ospina (que va al suelo muy, muy rápido)
por arriba. 1-0 y el Calderón (perdón, me sale solo...) enloquece. Gol al borde
del descanso, mejor imposible.
DIEGO COSTA DIO MIEDO
No dio miedo
el Arsenal en el segundo tiempo. Dominó, sí, pero Godín siguió anulando todo lo
que oliera a peligro, Oblak apenas tuvo que intervenir una vez (en un disparo
lejano de Xhaka) y arriba Diego Costa se multiplicó. El hispanobrasileño volvió
a ser ese delantero potente que arrasa defensas allá por donde pasa. Dos
recortes secos suyos, en ambos flancos del área, sembraron el terror y no
acabaron en gol por muy poco. En uno se cruzó Chambers tras romper a Mustafi;
en el otro, volvió a romper a los dos centrales, pero Chambers reaccionó rápido
y taponó el tiro de Griezmann. La pantera hizo ese partido por el que tanto le
hemos echado de menos estos tres años y medio, y se marchó acalambrado dejando
al equipo a diez minutos de la Final.
Y VIVIMOS UN PASE A LA FINAL EN CASA
Y ya estamos
allí, en Lyon. Convirtiendo lo extraordinario en ordinario. Logrando una
temporada sí y otra no lo que otros tardaron un cuarto de siglo en poder
repetir. Pero en esta ocasión hubo una diferencia en la antesala a la Final.
Por primera vez, pudimos celebrar el pase en nuestra casa. La fiesta no tuvo
que ser en Liverpool, Valencia, Londres o Múnich, sino aquí, en Madrid. Lástima
que no pudo vivirla nuestro Calderón querido. La próxima, sí toca en campo
neutral.
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