sábado, 5 de mayo de 2018

Cuando lo extraordinario se convierte en ordinario

SEMIFINAL- VUELTA
ATLÉTICO 1-0 ARSENAL
Goles: Diego Costa.
Hace justo ocho años, en la semana del lunes 3 de mayo al viernes 7 de mayo de 2010, pasé unos días de enormes nervios e ilusión, mezclados con angustia, incertidumbre y resignación.
El Atleti, por primera vez en 24 años, había llegado a una Final en Europa. La última, curiosamente, se había disputado en Lyon, en una Recopa perdida por los rojiblancos ante un potente Dinamo de Kiev.
A esto se le añadía una sequía de catorce años sin ganar títulos (desde el Doblete de 1996), por lo que la ocasión de viajar a Hamburgo para intentar ver in situ cómo el Atleti volvía a tocar metal se presentaba irrenunciable.
Pero las circunstancias no parecían las más propicias para mí. En primer lugar, por número de abonado a priori no me tocaban entradas. En segundo, y muy importante, mi padre no quería viajar (a día de hoy la Final más lejos a la que he conseguido llevarle ha sido al Bernabéu), y ni mi novia, ni ningún amigo atlético estaban por la labor de abordar esta aventura (sólo el vuelo costaba más de 400 euros). 

RENUNCIÉ A LAS ENTRADAS PARA HAMBURGO
El primer escollo lo salvé sin mucho problema (enseguida encontré dos entradas de un patrocinador que me dejaba por 130 euros cada una), pero tras varios días de "negociaciones" no encontré compañero de viaje. Así que la mañana del viernes 7 de mayo (a cinco días de la Final) llamé a mi contacto y le dije que renunciaba a las entradas. Viajar solo se me hacía muy cuesta arriba y, en cualquier caso, no iba a comprar yo las dos entradas.

PERO AL FINAL ME PASÉ POR EL CALDERÓN
Sin embargo, esa misma mañana cuentan en Radio Marca que todavía quedan entradas. Que, pasados los primeros días de venta asignados a los 15.000 primeros abonados, aún hay tickets en taquilla. Esa noche había dormido en Madrid en casa de mi novia, y un cosquilleo en el estómago me dice que como mínimo tengo que pasarme por las taquillas del Calderón a ver qué se cuece. Así que aparco el coche en el Paseo de los Melancólicos, pongo un ticket de la hora por 20 minutillos, y veo con asombro que no hay colas. Me acerco a ventanilla, pregunto, y quedan entradas de 55 euros... No me pregunten cómo fue, pero unos segundos después tenía la entrada en el bolsillo.

ERAN 24 AÑOS SIN LLEGAR A UNA FINAL EN EUROPA
En los días previos había intentado autoconvencerme de que viajar solo era una locura... Pero tampoco podía evitar pensar que el Atleti llevaba 24 años, 24, sin aparecer en una Final europea... y que si la historia volvía a repetirse, en la próxima Final tendría más de 50 años. ¡A saber cuáles serían mis circunstancias entonces! Así que me lié la manta a la cabeza, y allí empezó mi locura en solitario rumbo a Hamburgo.

3 DE MAYO DE 2018
Han pasado ocho años de la historia que acabo de narrarles, y pasadas las once de la noche del 3 de mayo de 2018 el Atlético de Madrid alcanza su quinta Final europea desde entonces. La de Hamburgo fue la primera (UEFA 2010), y desde esa temporada todos los años pares el Atleti ha vuelto a jugar una Final en Europa (UEFA 2012, Champions 2014, Champions 2016 y UEFA 2018). Muy pocos equipos en todo el continente pueden presumir de un palmarés similar.

AQUELLA IMAGEN DE LOS INGLESES RIÉNDOSE...
El rival a superar para llegar a esta nueva Final era un histórico como el Arsenal, con el que, paradójicamente, jamás nos habíamos enfrentado en partido oficial.
En la ida se había sufrido muchísimo. Vrsaljko fue expulsado a los nueve minutos (la expulsión más rápida en la historia de la UEFA... y probablemente también incluyendo la Champions) y tres minutos después era Simeone el que se iba a la calle. Las imágenes de televisión captaban a un grupo de aficionados gunners en la grada con una sonrisa de infinita felicidad despidiendo al Cholo mano al viento. Desde ese mismo momento yo ya estaba pensando en el partido de vuelta: "Hay que salir vivos de aquí, eliminarles en el Metropolitano, y que se traguen esas sonrisitas".
Y se sobrevivió. Y de qué manera. En un nuevo recital defensivo, con Oblak como protagonista, el Atleti volvió a hacer poesía de la resistencia y, tras encajar un único gol de Lacazette, Griezmann empató en el 81 para lograr un tesoro (1-1).

En la vuelta el Metropolitano presentó sus mejores galas. Lleno casi hasta la bandera y un ambiente que, sin llegar a la magia del Calderón (no sé si podremos alcanzar esas cotas), alcanzó niveles de ebullición bastante altos.

GODÍN, IMPERIAL
Esperaba un inicio fuerte de los colchoneros, pero no fue así. En los primeros minutos tan solo Costa dispuso de una buena ocasión, que mandó alta en un mano a mano con Ospina. De hecho, el Arsenal dominaba más la pelota, de manera muy intensa en algunos momentos. Su merodear el área no acabó en males mayores por un Godín imperial, a un nivel altísimo, que por alto, por bajo, al cruce o dominando el área, cortó o achicó todos los balones que amenazaban a Oblak (que en esta ocasión se marchó prácticamente con los guantes impolutos).

EL GOL LLEGÓ TRAS UN SAQUE DE OBLAK
En los minutos finales del primer acto sí apretó más el Atleti. Koke y Griezmann avisaron con dos zurdazos que se perdieron cruzados por centímetros, y en la jugada más inesperada, Diego Costa encontró el premio.
En un pelotazo largo de Oblak, tras un control largo que acongojó a algunos en la grada, Chambers sale a la banda a despejar de cabeza, la defensa se descoloca, Thomas gana el rechace para Griezmann, el galo encuentra profundo a Diego Costa, que gana la espalda a Bellerín y supera a Ospina (que va al suelo muy, muy rápido) por arriba. 1-0 y el Calderón (perdón, me sale solo...) enloquece. Gol al borde del descanso, mejor imposible.

DIEGO COSTA DIO MIEDO
No dio miedo el Arsenal en el segundo tiempo. Dominó, sí, pero Godín siguió anulando todo lo que oliera a peligro, Oblak apenas tuvo que intervenir una vez (en un disparo lejano de Xhaka) y arriba Diego Costa se multiplicó. El hispanobrasileño volvió a ser ese delantero potente que arrasa defensas allá por donde pasa. Dos recortes secos suyos, en ambos flancos del área, sembraron el terror y no acabaron en gol por muy poco. En uno se cruzó Chambers tras romper a Mustafi; en el otro, volvió a romper a los dos centrales, pero Chambers reaccionó rápido y taponó el tiro de Griezmann. La pantera hizo ese partido por el que tanto le hemos echado de menos estos tres años y medio, y se marchó acalambrado dejando al equipo a diez minutos de la Final.

Y VIVIMOS UN PASE A LA FINAL EN CASA
Y ya estamos allí, en Lyon. Convirtiendo lo extraordinario en ordinario. Logrando una temporada sí y otra no lo que otros tardaron un cuarto de siglo en poder repetir. Pero en esta ocasión hubo una diferencia en la antesala a la Final. Por primera vez, pudimos celebrar el pase en nuestra casa. La fiesta no tuvo que ser en Liverpool, Valencia, Londres o Múnich, sino aquí, en Madrid. Lástima que no pudo vivirla nuestro Calderón querido. La próxima, sí toca en campo neutral.

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