
Sin embargo, ése ha sido el devenir del Atleti en Europa en una Liga de Campeones nefasta que, por suerte, se ha producido este año, ya que de haberse desarrollado así el año pasado hubiera dejado tocada nuestra autoestima tras once años de ausencia.
Ni un gol del uruguayo (apenas dos del Kun y uno de Simao en seis partidos) y ni una victoria, nos hicieron caer deshonrosamente y sin merecerlo en la UEFA (ahora Europa League, ya saben, pero no me gusta el nuevo nombre). Sin embargo, una vez allí, hay que crecer en Europa y volver a recuperar un nombre que había caído en el olvido durante siete años en el viejo continente: Atlético de Madrid.
DEL INFIERNO DE ATENAS, AL DE ESTAMBUL
El buen partido de ida ante el Galatasaray se saldó con un inmerecido 1-1, y, del infierno de Atenas, nos teletrasportamos al de Estambul, seis meses mediante. Y allí volvió a sentenciar el Bota de Oro, Diego Forlán, para hacer justicia, con sufrimiento como siempre, en el minuto 89.
Como saben mis habituales, estoy haciendo este año un Master del que me está tocando escaparme algo antes a menudo (con gusto) por el buen hacer del Atleti en los torneos del KO.
ESCAPANDO DEL MASTER
Sin embargo, las siete no es algo antes (el Master es de cuatro a nueve) y cuando mis compañeros me vieron marcharme a eso de las seis y media recibí comentarios cómo: “No me lo creo”, “Claro, lo importante es lo importante”, o “es cuestión de prioridades”...
En cualquier caso, valió la pena. No lo valió tanto tener que tirarme 25 minutos buscando aparcamiento por la zona de San Bernardo (con los de los parquímetros atentos aún, como para aparcar mal...), y perderme la primera media hora.
Por la radio contaban que al menos el Atleti dominaba (lo cual volvía a confirmar al Galatasaray como menos fiero de lo que lo pintaban), pero Quique había vuelto a “apostar” por un solo delantero. Esta vez el turno fue para Agüero, pero, insisto, con un solo punta no se puede ganar un partido.
UNA BESTIA LE ROMPIÓ LA CARA AL KUN
Y sin compañía, al Kun le tocó partirse la cara en solitario una vez más. Y se la partieron de verdad.
En la ida, definí a la bestia de rizos y perilla, que ayer le propinó una patada en la cara a Agüero, así: “Especialmente cómico era el estilo de Servet, con el 76 a la espalda por si no se le ve, que a cada jugada te obsequiaba con un pase al contrario en la frontal, un resbalón, o un pelotazo a la grada estando sobre la línea de banda... contundente a la par que elegante, vaya”.
El animalito, que a lo largo de su vida debe hacer grandes esfuerzos para acordarse de respirar y tener cuidado a la hora de masticar para no ahogarse, de puro torpe cayó al suelo ante la presión del Kun, y, en su desesperación, propinó una patada en el mentón del argentino cuando éste porfiaba por mantener la verticalidad y robarle la cartera. El árbitro, a tres metros, no vio nada.
SIN AGÜERO NO HABÍA OPCIÓN... PERO ESTABA REYES
Con Agüero, mareado y contusionado, parecían esfumarse nuestras opciones de seguir en Europa. Salía Forlán, pero el partido, rancio y rácano, era para una genialidad.
Pero con el descanso se erigió un nuevo líder: José Antonio Reyes. Que el utrerano crece día a día es innegable, pero ver cómo es el que más lucha y el que se echa el equipo a la espalda, parece ya un libro de ciencia ficción.
En un eslalon desde la derecha se fue de tres, tiró una pared con Jurado, y, solo ante Leo Franco, intento rizar el rizo ante el argentino y éste, fiel a su destreza en los mano a mano, le ganó la partida.
Sólo tres minutos después, un saque largo de Asenjo se convirtió en asistencia y Reyes sacó astillas al larguero de tremendo derechazo.
El Atleti acallaba el Ali Sami Yen, que había apretado en la recta final del primer acto, e iba a tener premio.
LA ALEGRÍA DURÓ POCO
Un balón peinado por Jurado dejó solo a Simao tras un gran control orientado, y el portugués batió a su ex compañero con un perfecto remate por el palo largo: 0-1. 62 minutos, eliminatoria encarrilada.
Antes de ese gol, no paraba de repetirle a mi novia que marcar el 0-1 era fundamental, porque no veía capaz a los turcos de hacernos dos goles en media hora.
Cuando a los tres minutos del 0-1, Keita puso el empate, la cara de mi novia mirándome era un poema: “No tienes ni puta idea de fútbol”, supongo que me quería decir esa cara.
Pero no me equivoqué. El Atleti tuvo más el control del partido, aunque no llegaba a portería. Mientras, Quique, como siempre, contemplaba impasible el espectáculo. Con un Jurado impreciso y un Simao desaparecido.
LA ENTROPÍA FUE ROJIBLANCA
Por fortuna, la entropía se alió del lado rojiblanco. El enésimo nudo sobre si mismo de Perea (un día se va a romper algo) dejó solo a Erkin ante Asenjo a falta de diez minutos. Parecía increíble, pero era real. Por fortuna, el colombiano sacó la manita desde el suelo para obstaculizar el disparo y el cuarto árbitro, o quinto o sexto, ya he perdido la cuenta, se hizo el sueco pese a ser italiano y estar a un metro.
El pobrecito de Caner Erkin se desquició ante tal desperdicio de salarios en el estamento arbitral, y más con la crisis que hay, y soltó dos patadas de roja a Jurado y a Valera que le costaron dos amarillas: a la calle.
Con el 1-1 y la prórroga asomando, uno dudaba si esperarla y sentenciar en la prolongación, ante el lógico mayor desgaste de un equipo en inferioridad, o intentar matar por la vía rápida.
Ante la nueva inmovilidad de Quique, Reyes respondió. El utrerano, cojo medio partido, se dio una última cabalgada horizontal oteando el horizonte y asistió a Forlán, que, tras un recorte, nos brindó el final feliz narrado al principio.
El Atleti está en octavos y el rival es el Sporting de Lisboa. Otro de los posibles cruces en agosto, cuando cayó el Panathinaikos. Todos los caminos llevan a Roma (a Hamburgo, este año). ¡Me gustan los jueves!